Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 152

abiertos y cautelosos. De pronto se le ve tan cansado, que se me encoge el corazón. Parpadea, y me mira de arriba abajo, demorándose en mis piernas desnudas. Me he puesto una de sus camisetas. —Deberías llevar algo de seda o satén, Anastasia —susurra—. Pero, incluso con mi camiseta, estás preciosa. Oh, un cumplido inesperado. —Te he echado en falta —digo—. Ven a la cama. Se levanta despacio de la silla. Todavía lleva la camisa blanca y los pantalones negros. Pero ahora sus ojos brillan, cargados de promesas… aunque también tienen un matiz de tristeza. Se queda de pie frente a mí, mirándome fijamente pero sin tocarme. —¿Sabes lo que significas para mí? —murmura—. Si te pasara algo por culpa mía… Se le quiebra la voz, arruga la frente y aparece en su rostro un destello de dolor casi palpable. Parece tan vulnerable, y su temor es tan evidente… —No me pasará nada —le aseguro con dulzura. Me acerco para acariciarle la cara, paso los dedos sobre la sombra de barba de sus mejillas. Es sorprendentemente suave—. Te crece enseguida la barba —musito, incapaz de ocultar mi fascinación por el hermoso y dolido hombre que tengo delante. Resigo el perfil de su labio inferior y luego bajo los dedos hasta su garganta, hasta un leve resto de pintalabios en la base del cuello. Se le acelera la respiración. Mis dedos llegan hasta su camisa y bajan hasta el primer botón abrochado. —No voy a tocarte. Solo quiero desabrocharte la camisa —murmuro. Él abre mucho los ojos y me mira con expresión alarmada. Pero no se mueve y no me lo impide. Yo desabotono muy despacio el primero, mantengo la tela separada de la piel y bajo cautelosamente hasta el siguiente, y repito la operación lentamente, muy concentrada en lo que hago. No quiero tocarle. Bueno, sí… pero no lo haré. En el cuarto botón reaparece la línea roja, y levanto los ojos y le sonrío con timidez. —Volvemos a estar en territorio familiar. Trazo la línea con los dedos ante 2FRFW6'&