Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 138

La miro boquiabierta. Madre mía… ¿qué diablos querrá esta mujer de mí? No sé qué dicta el protocolo acerca de relacionarse socialmente con pederastas. Ella me sonríe con dulzura y me indica con un gesto que me siente a su mesa. Y, dado que carezco de todo punto de referencia y estoy anonadada, hago lo que me pide por educación, agradeciendo no haberme quitado la máscara. —Seré breve, Anastasia. Sé lo que piensas de mí… Christian me lo contó. La observo impasible, sin expresar nada, pero me alegro de que lo sepa. Así me ahorro tener que decírselo y ella puede ir al grano. Hay una parte de mí que se muere por saber qué tendrá que decirme. Hace una pequeña pausa y echa un vistazo por encima de mi hombro. —Taylor nos está vigilando. Echo un vistazo de reojo y le veo examinando la carpa desde el umbral. Sawyer le acompaña. Miran a todas partes salvo a nosotras. —No tenemos mucho tiempo —dice apresuradamente—. Ya debes tener claro que Christian está enamorado de ti. Nunca le había visto así, nunca —añade, enfatizando la última palabra. ¿Qué? ¿Que me quiere? No. ¿Por qué me dice ella esto? ¿Para tranquilizarme? No entiendo nada. —Él no te lo dirá porque probablemente ni siquiera sea consciente de ello, a pesar de que se lo he dicho, pero Christian es así. No acepta con facilidad ningún tipo de emoción o sentimiento positivo que pueda experimentar. Se maneja mucho mejor con lo negativo. Aunque seguramente eso ya lo has comprobado por ti misma. No se valora en absoluto. Todo me da vueltas. ¿Christian me quiere? ¿Él no me lo ha dicho, y esta mujer tiene que explicarle qué es lo que siente? Todo esto me supera. Un aluvión de imágenes acude a mi mente: el iPad, el planeador, coger un avión privado para ir a verme, todos sus actos, su posesividad, cien mil dólares por un baile… ¿Es eso amor? Y oírlo de boca de esta mujer, que ella tenga que confirmármelo, es, francamente, desagradable. Preferiría oírselo a él. Se me encoge el corazón. Christian cree que no vale nada. ¿Por qué? —Yo nunca le he visto tan feliz, y es evidente que tú también sientes algo por él. —Una sonrisa fugaz brota en sus labios—. Eso es estupendo, y os deseo lo mejor a los dos. Pero lo que quería decir es que, si vuelves a hacerle daño, iré a por ti, señorita, y eso no te gustará nada. Me mira fijamente, perforándome el cerebro con sus gélidos ojos azules que intentan llegar más allá de la máscara. Su amenaza es tan sorprendente, tan descabellada, que se me escapa sin querer una risita incrédula. De todas las cosas que podía decirme, esta era la que menos esperaba de ella. —¿Te parece gracioso, Anastasia? —masculla consternada—. Tú no le