Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 110
Siempre puedes quitártelas si no aguantas más.
Le fulmino con la mirada. Está tan increíblemente seductor: un tanto
descuidado, el pelo revuelto, esos ojos oscuros que dejan traslucir pensamientos
eróticos, esa boca maravillosamente esculpida, y esa sonrisa tan sexy y divertida en
los labios.
—De acuerdo —acepto en voz baja.
¡Dios, sí! La diosa que llevo dentro ha recuperado la voz y grita por las
esquinas.
—Buena chica. —Christian sonríe—. Ven aquí y te las colocaré, cuando te
hayas puesto los zapatos.
¿Los zapatos? Me giro para mirar los zapatos de ante gris perla de tacón
alto, que combinan con el vestido que he elegido.
¡Síguele la corriente!
Extiende la mano para ayudarme a mantener el equilibrio mientras me
pongo los zapatos Christian Louboutin, un robo de tres mil doscientos noventa y cinco
dólares. Ahora debo de ser unos diez centímetros más alta que él.
Me lleva junto a la cama pero no se sienta, sino que se dirige hacia la única
silla de la habitación. La coge y la coloca delante de mí.
—Cuando yo haga una señal, te agachas y te apoyas en la silla. ¿Entendido?
—dice con voz grave.
—Sí.
—Bien. Ahora abre la boca —ordena, sin levantar la voz.
Hago lo que me dice, pensando que va a meterme las bolas en la boca otra
vez para lubricarlas. Pero no, desliza su dedo índice entre mis labios.
Oh…
—Chupa —dice.
Me inclino hacia delante, le sujeto la mano y obedezco. Puedo ser muy
obediente cuando quiero.
Sabe a jabón… mmm. Chupo con fuerza, y me reconforta ver que abre los
ojos de par en par, separa los labios y aspira. Creo que ya no necesitaré ningún tipo de
lubricante. Se mete las bolas en la boca mientras le rodeo el dedo con la lengua y le
practico una felación. Cuando intenta retirarlo, le clavo los dientes.
Sonríe y mueve la cabeza con gesto reprobatorio, de manera que le suelto.
Hace un gesto con la cabeza, y me inclino y me agarro a ambos lados de la silla.
Aparta mis bragas a un lado y me mete un dedo muy lentamente, haciéndolo girar
despacio, de manera que lo siento en todo mi cuerpo. No puedo evitar que se me
escape un gemido.
Retira el dedo un momento y, con mucha suavidad, inserta las bolas una a
una y empuja para meterlas hasta el fondo. En cuanto están en su sitio, vuelve a
colocarme y ajustarme las bragas y me besa el trasero. Desliza las manos por mis