Literatura BDSM Cincuenta sombras liberadas | Page 24
Gime y cierra los ojos.
—Ana —susurra, y mi nombre es como una oración.
Alzo las manos para ocuparme del segundo botón y, repitiendo lo que él me ha hecho a mí hace unos
minutos, le doy un suave beso en el pecho después de desabrochar cada botón. Entre los besos voy
intercalando palabras.
—Tú. Me. Haces. Muy. Feliz. Te. Quiero.
Vuelve a gemir y en un movimiento rapidísimo me agarra por la cintura y me sube a la cama. Él me
acompaña un segundo después. Sus labios encuentran los míos y me rodea la cara con las manos para
mantenerme quieta mientras nuestras lenguas se regodean la una de la otra. De repente Christian se aparta y
se queda de rodillas, dejándome sin aliento y deseando más.
—Eres tan preciosa… esposa mía. —Me recorre las piernas con las manos y me agarra el pie izquierdo—.
Tienes unas piernas espectaculares. Quiero besar cada centímetro de ellas. Empezando por aquí. —Me da un
beso en el dedo gordo y después me araña la yema de ese dedo con los dientes.
Todo lo que hay por debajo de mi cintura se estremece. Desliza la lengua por el arco del pie. Después
empieza a morderme en el talón y va subiendo hasta el tobillo. Recorre el interior de mi pantorrilla dándome
besos, unos besos suaves y húmedos. Me retuerzo bajo su cuerpo.
—Quieta, señora Grey —me advierte, y sin previo aviso me gira para dejarme boca abajo y continúa su
viaje de placer recorriendo con la boca la parte posterior de las piernas, los muslos, el culo… y entonces se
detiene. Gimo.
—Por favor…
—Te quiero desnuda —murmura, y me va soltando lentamente el corsé, desabrochando los corchetes uno
a uno. Cuando la prenda queda plana sobre la cama debajo de mi cuerpo, él desliza la lengua por toda la
longitud de mi espalda.
—Christian, por favor.
—¿Qué quiere, señora Grey? —Sus palabras son dulces y las oigo muy cerca de mi oído. Está casi
tumbado sobre mí. Puedo sentir su erección contra mis nalgas.
—A ti.
—Y yo a ti, mi amor, mi vida… —me susurra, y antes de darme cuenta ha vuelto a girarme y a ponerme
boca arriba.
Se coloca de pie rápidamente y en un movimiento de lo más eficiente se quita a la vez los pantalones y los
bóxer y se queda gloriosamente desnudo, cerniéndose sobre mí, listo para lo que va a venir. La pequeña
cabina queda eclipsada por su impresionante belleza, su deseo y su necesidad de tenerme. Se inclina y me
quita las bragas. Después me mira.
—Mía —pronuncia.
—Por favor —le suplico.
Él me sonríe; una sonrisa lasciva, perversa y tentadora. Una sonrisa muy propia de mi Cincuenta Sombras.
Sube a cuatro patas a la cama y va recorriendo mi pierna derecha esta vez, llenándola de besos… Hasta
que llega al vértice entre mis muslos. Me abre bien las piernas.
—Ah… esposa mía —susurra antes de poner la boca sobre mi piel. Cierro los ojos y me rindo a esa lengua