Literatura BDSM Cincuenta sombras liberadas | Page 16
—Oh, Ana, ¿qué te pasa? ¿Estás mirando a tu madre y a Ray?
Asiento con aire triste.
—Son felices.
—Sí, felices separados.
—¿Te están entrando las dudas? —me pregunta Kate alarmada.
—No, no, claro que no. Solo es que… le quiero muchísimo. —Me quedo petrificada, sin poder o sin
querer expresar mis miedos.
—Ana, es obvio que te adora. Sé que habéis tenido un comienzo muy poco convencional en vuestra
relación, pero yo he visto lo felices que habéis sido durante el último mes. —Me coge y me aprieta las manos
—. Además, ya es demasiado tarde —añade con una sonrisa.
Suelto una risita. Kate siempre diciendo lo que no hace falta decir. Me atrae hacia ella para darme el
Abrazo Especial de Katherine Kavanagh.
—Ana, vas a estar bien. Y si te hace daño alguna vez, aunque solo sea en un pelo de la cabeza, tendrá que
responder ante mí. —Me suelta y le sonríe a alguien que hay detrás de mí.
—Hola, nena. —Christian me sorprende rodeándome con los brazos y me da un beso en la sien—. Kate —
saluda. Sigue mostrándose algo frío con ella, aunque ya han pasado seis semanas.
—Hola otra vez, Christian. Voy a buscar al padrino, que es tu hombre preferido y también el mío. —Con
una sonrisa para ambos se aleja para ir con Elliot, que está bebiendo con el hermano de Kate, Ethan, y
nuestro amigo José.
—Es hora de irse —murmura Christian.
—¿Ya? Es la primera fiesta a la que asisto en la que no me importa ser el centro de atención. —Me giro
entre sus brazos para poder mirarle de frente.
—Mereces serlo. Estás impresionante, Anastasia.
—Y tú también.
Me sonríe y su expresión sube de temperatura.
—Ese vestido tan bonito te sienta bien.
—¿Este trapo viejo? —me ruborizo tímidamente y tiro un poco de ribete de fino encaje del vestido de
novia sencillo y entallado que ha diseñado para mí la madre de Kate. Me encanta que el encaje caiga justo por
debajo del hombro; queda recatado, pero seductor, espero.
Se inclina y me da un beso.
—Vámonos. No quiero compartirte con toda esta gente ni un minuto más.
—¿Podemos irnos de nuestra propia boda?
—Nena, es nuestra fiesta y podemos hacer lo que queramos. Hemos cortado la tarta. Y ahora mismo lo que
quiero es raptarte para tenerte toda para mí.
Suelto una risita.
—Me tiene para toda la vida, señor Grey.
—Me alegro mucho de oír eso, señora Grey.
—¡Oh, ahí estáis! Qué dos tortolitos.
Gruño en mi fuero interno… La madre de Grace nos ha encontrado.