Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 94

mano para ayudarme a bajar a la pista. En la azotea del edificio hace mucho viento y me pone nerviosa el hecho de estar en un espacio abierto a unos treinta pisos de altura. Christian me pasa el brazo por la cintura y tira de mí. —Vamos —me grita por encima del ruido del viento. Me arrastra hasta un ascensor, teclea un número en un panel, y la puerta se abre. En el ascensor, completamene revestido de espejos, hace calor. Puedo ver a Christian hasta el infinito mire hacia donde mire, y lo bonito es que también me tiene cogida hasta el infinito. Teclea otro código, las puertas se cierran y el ascensor empieza a bajar. Al momento estamos en un vestíbulo totalmente blanco. En medio hay una mesa redonda de madera oscura con un enorme ramo de flores blancas. Las paredes están llenas de cuadros. Abre una puerta doble, y el blanco se prolonga por un amplio pasillo que nos lleva hasta la entrada de una habitación inmensa. Es el salón principal, de techos altísimos. Calificarlo de «enorme» sería quedarse muy corto. La pared del fondo es de cristal y da a un balcón con magníficas vistas a la ciudad. A la derecha hay un imponente sofá en forma de U en el que podrían sentarse cómodamente diez personas. Frente a él, una chimenea ultramoderna de acero inoxidable… o a saber, quizá sea de platino. El fuego encendido llamea suavemente. A la izquierda, junto a la entrada, está la zona de la cocina. Toda blanca, con la encimera de madera oscura y una barra en la que pueden sentarse seis personas. Junto a la zona de la cocina, frente a la pared de cristal, hay una mesa de comedor rodeada de dieciséis sillas. Y en el rincón hay un enorme piano negro y resplandeciente. Claro… seguramente también toca el piano. En todas las paredes hay cuadros de todo tipo y tamaño. En realidad, el apartamento parece más una galería que una vivienda. —¿Me das la chaqueta? —me pregunta Christian. Niego con la cabeza. He cogido frío en la pista del helicóptero. —¿Quieres tomar una copa? —me pregunta. Parpadeo. ¿Después de lo que pasó ayer? ¿Está de broma o qué? Por un segundo pienso en pedirle un margarita, pero no me atrevo. —Yo tomaré una copa de vino blanco. ¿Quieres tú otra? —Sí, gracias —murmuro. Me siento incómoda en este enorme salón. Me acerco a la pared de cristal y me