Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 68
silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor del cuello. Sus
impenetrables ojos grises me miran fijamente. No tengo ni idea de lo que está
pensando, como siempre. Sabe esconder lo que piensa y lo que siente.
—¿Cómo he llegado hasta aquí? —le pregunto en voz baja, compungida.
Se sienta a un lado de la cama. Está tan cerca de mí que podría tocarlo, podría
olerlo. Madre mía… Sudor, gel y Christian. Un cóctel embriagador, mucho mejor
que el margarita, y ahora lo sé por experiencia.
—Después de que te desmayaras no quise poner en peligro la tapicería de piel
de mi coche llevándote a tu casa, así que te traje aquí —me contesta sin inmutarse.
—¿Me metiste tú en la cama?
—Sí —me contesta impasible.
—¿Volví a vomitar? —le pregunto en voz más baja.
—No.
—¿Me quitaste la ropa? —susurro.
—Sí.
Me mira alzando una ceja y me pongo más roja que nunca.
—¿No habremos…?
Lo digo susurrando, con la boca seca de vergüenza, pero no puedo terminar la
frase. Me miro las manos.
—Anastasia, estabas casi en coma. La necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis
mujeres estén conscientes y sean receptivas —me contesta secamente.
—Lo siento mucho.
Sus labios esbozan una sonrisa burlona.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla.
Yo también… Oh, está riéndose de mí, el muy… Yo no le pedí que viniera a
buscarme. No entiendo por qué tengo que acabar sintiéndome la mala de la
película.
—No tenías por qué seguirme la pista con algún artilugio a lo James Bond que
estés desarrollando para vendérselo al mejor postor —digo bruscamente.
Me mira fijamente, sorprendido y, si no me equivoco, algo ofendido.
—En primer lugar, la tecnología para localizar móviles está disponible en
internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de