Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 446
—Buena chica.
Deja el látigo sobre la cama y me pone las manos en la cintura.
—No las vas a necesitar —me susurra.
Entonces me agarra las bragas y me las baja del todo. Me las saco torpemente
por los pies, apoyándome en el recargado poste.
—Estate quieta —me ordena, luego me besa el trasero y me da dos pellizquitos;
me tenso—. Túmbate. Boca arriba —añade, dándome una palmada fuerte en el
trasero que me hace respingar.
Me apresuro a subirme al colchón duro y rígido y me tumbo, mirando a
Christian. Noto en la piel el satén suave y frío de la sábana. Lo veo impasible, salvo
por la mirada: en sus ojos brilla una emoción contenida.
—Las manos por encima de la cabeza —me ordena, y le obedezco.
Dios… mi cuerpo está sediento de él. Ya lo deseo.
Se vuelve y, por el rabillo del ojo, lo veo dirigirse de nuevo a la cómoda y volver
con el iPod y lo que parece un antifaz para dormir, similar al que usé en mi vuelo a
Atlanta. Al pensarlo, me dan ganas de sonreír, pero no consigo que los labios me
respondan. La impaciencia me consume. Sé que mi rostro está completamente
inmóvil y que lo miro con los ojos como platos.
Se sienta al borde de la cama y me enseña el iPod. Lleva conectados unos
auriculares y tiene una extraña antena. Qué raro… Ceñuda, intento averiguar para
qué es.
—Esto transmite al equipo del cuarto lo que se reproduce en el iPod —dice,
dando unos golpecitos en la pequeña antena y respondiendo así a mi pregunta no
formulada—. Yo voy a oír lo mismo que tú, y tengo un mando a distancia para
controlarlo.
Me dedica su habitual sonrisa de «Yo sé algo que tú no» y me enseña un
pequeño dispositivo plano que parece una calculadora modernísima. Se inclina
sobre mí, me mete con cuidado los auriculares de botón V