Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 416
—Muy bien, todo en orden. ¿Es la primera vez? —me pregunta.
—Sí.
—Te va a encantar.
—Gracias, señor Benson.
—Llámame Mark. —Se vuelve hacia Christian—. ¿Todo bien?
—Sí. Vamos.
Me alegro de no haber comido nada. Estoy nerviosísima y dudo que a mi
estómago le apeteciera mucho mezclar comida, nervios y paseo por los aires. Una
vez más, me pongo en las manos expertas de este hermoso hombre. Mark baja la
cubierta de la cabina, se dirige tranquilamente al avión de delante y se sube a él.
La hélice de la Piper se pone en marcha y el estómago inquieto se me sube a la
garganta. Dios… lo estoy haciendo. Mark entra despacio en pista y, cuando el cable
se tensa, arrancamos nosotros también, de un tirón. Ya estamos en marcha. Oigo
parlotear por la radio que tengo a mi espalda. Creo que es Mark dirigiéndose a la
torre, pero no distingo lo que dice. Según va acelerando la Piper, nosotros también.
Avanzamos a trompicones y la avioneta que llevamos delante aún no ha
despegado. Dios, ¿es que no vamos a elevarnos nunca? De pronto, el estómago se
me va de la boca y se me baja en picado a los pies: estamos en el aire.
—¡Allá vamos, nena! —me grita Christian desde atrás.
Estamos los dos solos, en nuestra burbuja. Solo oigo el viento que nos azota y el
zumbido lejano del motor de la Piper.
Me agarro al borde del asiento con las dos manos, tan fuerte que se me ponen
blancos los nudillos. Nos dirigimos al oeste, hacia el interior, lejos del sol naciente,
ganando altura, dejando atrás campos, bosques, viviendas y la interestatal 95.
Madre mía. Esto es alucinante; por encima de nosotros no hay más que cielo. La
luz es extraordinaria, difusa y cálida, y recuerdo las divagaciones de José sobre «la
hora mágica», una hora del día que adoran los fotógrafos. Es esta… justo después
del amanecer, y yo estoy en ella, con Christian.
De pronto, me acuerdo de la e