Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 391
luego asciende hasta mis pechos—. Siente lo turgentes que son tus pechos.
Me pone las manos de forma que me coja los pechos. Me acaricia suavemente
los pezones con los pulgares, una y otra vez.
Gimo con la boca entreabierta y arqueo la espalda de forma que los pechos me
llenan las manos. Me pellizca los pezones con sus pulgares y los míos, tirando con
delicadeza, para que se alarguen más. Observo fascinada a la criatura lasciva que
se retuerce delante de mí. Oh, qué sensación tan deliciosa… Gruño y cierro los
ojos, porque no quiero seguir viendo cómo se excita esa mujer libidinosa del espejo
con sus propias manos, con las manos de él, acariciándome como lo haría él,
sintiendo lo excitante que es. Solo siento sus manos y sus órdenes suaves y serenas.
—Muy bien, nena —murmura.
Me lleva las manos por los costados, desde la cintura hasta las caderas, por el
vello púbico. Desliza una pierna entre las mías, separándome los pies, abriéndome,
y me pasa mis manos por mi sexo, primero una mano y luego la otra, marcando un
ritmo. Es tan erótico… Soy una auténtica marioneta y él es el maestro titiritero.
—Mira cómo resplandeces, Anastasia —me susurra mientras me riega de besos
y mordisquitos el hombro.
Gimo. De pronto me suelta.
—Sigue tú —me ordena, y se aparta para observarme.
Me acaricio. No… Quiero que lo haga él. No es lo mismo. Estoy perdida sin él.
Se saca la camisa por la cabeza y se quita rápidamente los vaqueros.
—¿Prefieres que lo haga yo?
Sus ojos grises abrasan los míos en el espejo.
—Sí, por favor —digo.
Vuelve a rodearme con los brazos, me coge las manos otra vez y continúa
acariciándome el sexo, el clítoris. El vello de su pecho me raspa, su erección
presiona contra mí. Hazlo ya, por favor. Me mordisquea la nuca y cierro los ojos,
disfrutando de las múltiples sensaciones: el cuello, la entrepierna, su cuerpo
pegado a mí. Para de pronto y me da la vuelta, me apresa con una mano ambas
muñecas a la espalda y me tira de la coleta con la otra. Me acaloro al contacto con
su cuerpo; él me besa apasionadamente, devorando mi boca con la suya,
inmovilizándome.
Su respiración es entrecortada, como la mía.
—¿Cuándo te ha venido la regla, Anastasia? —me pregunta de repente,