Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Página 380
23
Miro nerviosa por todo el bar, pero no lo veo.
—Ana, ¿qué pasa? Parece que has visto un fantasma.
—Es Christian; está aquí.
—¿Qué? ¿En serio?
Mira también por todo el bar.
No le he hablado a mi madre de la tendencia al acoso de Christian.
Lo veo. El corazón me da un brinco y empieza a agitarse violentamente en mi
pecho cuando se acerca a nosotras. Ha venido… por mí. La diosa que llevo dentro
se levanta como una loca de su chaise longue. Christian se desliza entre la
multitud; los halógenos empotrados reflejan en su pelo destellos de cobre bruñido
y rojo. En sus luminosos ojos grises veo brillar… ¿rabia? ¿Tensión? Aprieta la boca,
la mandíbula tensa. Oh, mierda… no. Ahora mismo estoy tan furiosa con él, y
encima está aquí. ¿Cómo me voy a enfadar con él delante de mi madre?
Llega a nuestra mesa, mirándome con recelo. Viste, como de costumbre, camisa
de lino blanco y vaqueros.
—Hola —chillo, incapaz de ocultar mi asombro por verlo aquí en carne y hueso.
—Hola —responde, e inclinándose me besa en la mejilla, pillándome por
sorpresa.
—Christian, esta es mi madre, Carla.
Mis arraigados modales toman el mando.
Se gira para saludar a mi madre.
—Encantado de conocerla, señora Adams.
¿Cómo sabe el apellido de mi madre? Le dedica esa sonrisa de infarto, cosecha
Christian Grey, destinada a la rendición total sin rehenes. Mi madre no tiene
escapatoria. La mandíbula se le descuelga hasta la mesa. Por Dios, controla un
poco, mamá. Ella acepta la mano que le tiende y se la estrecha. No le contesta.