Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 377
en el Heathman, con su camisa blanca y sus pantalones de franela. ¿Cómo han
llegado esas imágenes a internet? Vaya, está fenomenal.
Voy bajando deprisa: algunas con socios comerciales, y una foto tras otra del
hombre más fotogénico que conozco íntimamente. ¿Íntimamente? ¿Conozco a
Christian íntimamente? Lo conozco sexualmente, y deduzco que aún me queda
mucho por descubrir en ese aspecto. Sé que es voluble, difícil, divertido, frío,
cariñoso… el pobre es un amasijo ambulante de contradicciones. Paso a la
siguiente página y recuerdo que Kate mencionó que no había podido encontrar
ninguna foto suya con acompañante, de ahí que planteara la pregunta de si era
gay. Entonces, en la tercera página, veo una foto mía, con él, en mi graduación. Su
única foto con una mujer, y soy yo.
¡Madre mía! ¡Estoy en Google! Nos miro. Parezco sorprendida por la cámara,
nerviosa, descolocada. Eso fue justo antes de que accediera a probar. Christian, en
cambio, está guapísimo, sereno, y lleva esa corbata… Lo contemplo, ese rostro
hermoso, un rostro hermoso que podría estar mirando ahora mismo a la maldita
señora Robinson. Guardo la foto en mi carpeta de descargas y sigo repasando las
dieciocho páginas… nada. No voy a encontrar a la señora Robinson en Google.
Pero necesito saber si está con ella. Le escribo un correo rápido a Christian.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 23:58 ESTPara: Christian
GreyAsunto: Compañeros de cena apropiados
Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable.
Ana
P.D.: ¿Era la señora Robinson?
Le doy a la tecla de envío y vuelvo a la cama desanimada, decidida a preguntarle a
Christian por su relación con esa mujer. Por un lado, estoy desesperada por saber
más; por otro, quiero olvidar que me lo ha contado. Y encima me ha venido la
regla, así que tengo que acordarme de tomarme la píldora por la mañana.
Programo rápidamente una alarma en el calendario de la BlackBerry. La dejo en la
mesita, me tumbo y, por fin, termino sumiéndome en un sueño inquieto, deseando
que estuviéramos en la misma ciudad, no a casi cin