Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 343
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Hay luz por todas partes. Una luz intensa, cálida, penetrante, y me esfuerzo por
mantenerla a raya unos cuantos minutos más. Quiero esconderme, solo unos
minutos más, pero el resplandor es demasiado fuerte y, al final, sucumbo al
despertar. Una gloriosa mañana de Seattle me saluda: el sol entra por el ventanal e
inunda la habitación de una luz demasiado intensa. ¿Por qué no bajamos las
persianas anoche? Estoy en la enorme cama de Christian Grey, pero él no está.
Me quedo tumbada un rato, contemplando por el ventanal desde mi
encumbrada y privilegiada posición el perfil urbano de Seattle. La vida en las
nubes produce desde luego una sensación de irrealidad. Una fantasía —un castillo
en el aire, alejado del suelo, a salvo de la cruda realidad— lejos del abandono, del
hambre, de madres que se prostituyen por crack. Me estremezco al pensar lo que
debió de pasar de niño, y entiendo por qué vive aquí, aislado, rodeado de belleza,
de valiosas obras de arte, tan alejado de sus comienzos… toda una declaración de
intenciones. Frunzo el ceño, porque eso sigue sin explicar por qué no puedo
tocarlo.
Curiosamente, yo me siento igual aquí arriba, en su torre de marfil. Lejos de la
realidad. Estoy en este piso de fantasía, teniendo un sexo de fantasía con mi novio
de fantasía, cuando la cruda realidad es que él quiere un contrato especial, aunque
diga que intentará darme más. ¿Qué significa eso? Eso es lo que tengo que aclarar
entre nosotros, para ver si aún estamos en extremos opuestos del balancín o nos
vamos acercando.
Salgo de la cama sintiéndome agarrotada y, a falta de una expresión mejor, bien
machacada. Sí, debe de ser de tanto sexo. Mi subconsciente frunce los labios en
señal de desaprobación. Yo le pongo los ojos en blanco, alegrándome de que cierto
obseso del control de mano muy suelta no esté en la habitación, y decido
preguntarle por el entrenador personal. Eso, si firmo. La diosa que llevo dentro me
mira desesperada. Pues claro que vas a firmar. Las ignoro a las dos y, tras una
visita rápida al baño, salgo en busca de Christian.
No está en la galería de arte, pero una mujer elegante de mediana edad está
limpiando en la zona de la cocina. Al verla, me paro en seco. Es rubia, lleva el pelo