Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 301

La fusta me sacude el trasero. ¡Au! —Por favor, ¿qué? —Por favor, señor —gimoteo. Me sonríe, triunfante. —¿Con esto? Sostiene en alto la fusta para que pueda verla. —Sí, señor. —¿Estás segura? Me mira muy serio. —Sí, por favor, señor. —Cierra los ojos. Cierro los ojos al cuarto, a él, a la fusta. De nuevo empieza a soltarme picotazos con la fusta en el vientre. Desciende, golpecitos suaves en el clítoris, una, dos, tres veces, una y otra vez, hasta que al final… ya, no aguanto más, y me corro, de forma espectacular, escandalosa, encorvándome debilitada. Las piernas me flaquean y él me rodea con sus brazos. Me disuelvo en ellos, apoyando la cabeza en su pecho, maullando y gimoteando mientras las réplicas del orgasmo me consumen. Me levanta, y de pronto nos movemos, mis brazos aún atados por encima de la cabeza, y entonces noto la fría madera de la cruz barnizada contra mi espalda, y él se está desabrochando los botones de los vaqueros. Me apoya un instante en la cruz mientras se pone un condón, luego me coge por los muslos y me levanta otra vez. —Levanta las piernas, nena, enróscamelas en la cintura. Me siento muy débil, pero hago lo que me dice mientras él me engancha las piernas a sus caderas y se sitúa debajo de mí. Con una fuerte embestida me penetra, y vuelvo a gritar y él suelta un gemido ahogado en mi oído. Mis brazos descansan en sus hombros mientras entra y sale. Dios, llega mucho más adentro de esta forma. Noto que vuelvo a acercarme al clímax. Maldita sea, no… otra vez, no… no creo que mi cuerpo soporte otro orgasmo de esa magnitud. Pero no tengo elección… y con una inevitabilidad que empieza a resultarme familiar, me dejo llevar y vuelvo a correrme, y resulta placentero, agonizante, intenso. Pierdo por completo la conciencia de mí misma. Christian me sigue y, mientras se corre, grita con los dientes apretados y se abraza a mí con fuerza. Me la saca rápidamente y me apoya contra la cruz, su cuerpo sosteniendo el mío. Desabrocha las muñequeras, me suelta las manos y los dos nos desplomamos