Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 298
—Buena chica, Anastasia. Estás preciosa así. Bien hecho. Ponte de pie.
Me levanto, pero sigo mirando al suelo.
—Me puedes mirar.
Alzo la vista tímidamente y veo que él me está mirando fijamente,
evaluándome, pero con una expresión tierna. Se ha quitado la camisa. Dios mío,
quiero tocarlo. Lleva desabrochado el botón superior de los vaqueros.
—Ahora voy a encadenarte, Anastasia. Dame la mano derecha.
Le doy la mano. Me vuelve la palma hacia arriba y, antes de que pueda darme
cuenta, me golpea en el centro con una fusta que ni siquiera le había visto en la
mano derecha. Sucede tan deprisa que apenas me sorprendo. Y lo que es más
asombroso, no me duele. Bueno, no mucho, solo me escuece un poco.
—¿Cómo te ha sentado eso?
Lo miro confundida.
—Respóndeme.
—Bien.
Frunzo el ceño.
—No frunzas el ceño.
Extrañada, pruebo a mostrarme impasible. Funciona.
—¿Te ha dolido?
—No.
—Esto te va a doler. ¿Entendido?
—Sí —digo vacilante.
¿De verdad me va a doler?
—Va en serio —me dice.
Maldita sea. Apenas puedo respirar. ¿Acaso sabe lo que pienso? Me enseña la
fusta. Marrón, de cuero trenzado. Lo miro de pronto y veo deseo en sus ojos
brillantes, deseo y una pizca de diversión.
—Nos proponemos complacer, señorita Steele —murmura—. Ven.
Me coge del codo y me coloca debajo de la rejilla. Alarga la mano y baja unos
grilletes con muñequeras de cuero negro.
—Esta rejilla está pensada para que los grilletes se muevan a través de ella.