Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 297
Hago lo que me manda, con la respiración agitada por una mezcla de miedo y
deseo. Una mezcla embriagadora.
—Cuando te pida que entres aquí, vendrás así. Solo en braguitas. ¿Entendido?
—Sí.
—Sí, ¿qué?
Me mira furibundo.
—Sí, señor.
Se dibuja una sonrisa en sus labios.
—Buena chica. —Sus ojos ardientes atraviesan los míos—. Cuando te pida que
entres aquí, espero que te arrodilles allí. —Señala un punto junto a la puerta—.
Hazlo.
Extrañada, proceso sus palabras, me doy la vuelta y, con torpeza, me arrodillo
como me ha dicho.
—Te puedes sentar sobre los talones.
Me siento.
—Las manos y los brazos pegados a los muslos. Bien. Separa las rodillas. Más.
Más. Perfecto. Mira al suelo.
Se acerca a mí y, en mi campo de visión, le veo los pies y las espinillas. Los pies
descalzos. Si quiere que me acuerde de todo, debería dejarme tomar apuntes. Se
agacha y me coge de la trenza otra vez, luego me echa la cabeza hacia atrás para
que lo mire. No duele por muy poco.
—¿Podrás recordar esta posición, Anastasia?
—Sí, señor.
—Bien. Quédate ahí, no te muevas.
Sale del cuarto.
Estoy de rodillas, esperando. ¿Adónde habrá ido? ¿Qué me va a hacer? Pasa el
tiempo. No tengo ni idea de cuánto tiempo me deja así… ¿unos minutos, cinco,
diez? La respiración se me acelera cada vez más; la impaciencia me devora de
dentro afuera.
De pronto vuelve, y súbitamente me noto más tranquila y más excitada, todo a
la vez. ¿Podría estar más excitada? Le veo los pies. Se ha cambiado de vaqueros.
Estos son más viejos, están rasgados, gastados, demasiado lavados. Madre mía,
cómo me ponen estos vaqueros. Cierra la puerta y cuelga algo en ella.