Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 295

sencillo. A ti no, así que ayer dediqué un buen rato a pensar en todo esto. Me arrima a su cuerpo y su erección me aprieta el vientre. Debería salir corriendo, pero no puedo. Me atrae a un nivel primario e insondable que no alcanzo a comprender. —¿Llegaste a alguna conclusión? —susurro. —No, y ahora mismo no quiero más que atarte y follarte hasta dejarte sin sentido. ¿Estás preparada para eso? —Sí —digo mientras todo mi cuerpo se tensa al instante. Uau… —Bien. Vamos. Me coge de la mano y, dejando todos los platos sucios en la barra de desayuno, nos dirigimos arriba. Se me empieza a acelerar el corazón. Ya está. Lo voy a hacer de verdad. La diosa que llevo dentro da vueltas como una bailarina de fama mundial, encadenando piruetas. Christian abre la puerta de su cuarto de juegos, se aparta para dejarme pasar y una vez más me encuentro en el cuarto rojo del dolor. Sigue igual: huele a cuero, a pulimento de aroma cítrico y a madera noble, todo muy sensual. Me corre la sangre hirviendo por todo el organismo: adrenalina mezclada con lujuria y deseo. Un cóctel poderoso y embriagador. La actitud de Christian ha cambiado por completo, ha ido variando paulatinamente, y ahora es más dura, más cruel. Me mira y veo sus ojos encendidos, lascivos… hipnóticos. —Mientras estés aquí dentro, eres completamente mía —dice, despacio, midiendo cada palabra—. Harás lo que me apetezca. ¿Entendido? Su mirada es tan intensa… Asiento, con la boca seca, con el corazón desbocado, como si se me fuera a salir del pecho. —Quítate los zapatos —me ordena en voz baja. Trago saliva y, algo torpemente, me los quito. Se agacha, los coge y los deja junto a la puerta. —Bien. No titubees cuando te pido que hagas algo. Ahora te voy a quitar el vestido, algo que hace días que vengo queriendo hacer, si no me falla la memoria. Quiero que estés a gusto con tu cuerpo, Anastasia. Tienes un cuerpo que me gusta mirar. Es una gozada contemplarlo. De hecho, podría estar mirándolo todo el día, y quiero que te desinhibas y no te avergüences de tu desnudez. ¿Entendido? —Sí.