Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 259
—Te la voy a meter. Te puedes correr —masculla.
¿Qué? Como si tuviera otra elección…
Y me penetra, hasta el fondo, y yo gimo ruidosamente. Se mueve, entra y sale a
un ritmo rápido e intenso, empujando contra mi trasero dolorido. La sensación es
más que deliciosa, cruda, envilecedora, devastadora. Tengo los sentidos asolados,
desconectados, me concentro únicamente en lo que me está haciendo, en lo que
siento, en ese tirón ya familiar en lo más hondo de mi vientre, que se agudiza, se
acelera. NO… y mi cuerpo traicionero estalla en un orgasmo intenso y
desgarrador.
—¡Ay, Ana! —grita cuando se corre él también, agarrándome fuerte mientras se
vacía en mi interior.
Se desploma a mi lado, jadeando intensamente, y me sube encima de él y hunde
la cara en mi pelo, estrechándome en sus brazos.
—Oh, nena —dice—. Bienvenida a mi mundo.
Nos quedamos ahí tumbados, jadeando los dos, esperando a que nuestra
respiración se normalice. Me acaricia el pelo con suavidad. Vuelvo a estar tendida
sobre su pecho. Pero esta vez no tengo fuerzas para levantar la mano y palparlo.
Uf, he sobrevivido. No ha sido para tanto. Tengo más aguante de lo que pensaba.
La diosa que llevo dentro está postrada, o al menos calladita. Christian me acaricia
de nuevo el pelo con la nariz, inhalando hondo.
—Bien hecho, nena —susurra con una alegría muda en la voz.
Sus palabras me envuelven como una toalla suave y mullida del hotel
Heathman, y me encanta verlo contento.
Me coge el tirante de la camiseta.
—¿Esto es lo que te pones para dormir? —me pregunta en tono amable.
—Sí —respondo medio adormilada.
—Deberías llevar seda y satén, mi hermosa niña. Te llevaré de compras.
—Me gusta lo que llevo —mascullo, procurando sin éxito sonar indignada.
Me da otro beso en la cabeza.
—Ya veremos —dice.
Seguimos así unos minutos más, horas, a saber; creo que me quedo traspuesta.
—Tengo que irme —dice e, inclinándose hacia delante, me besa con suavidad en
la frente—. ¿Estás bien? —añade en voz baja.