Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 250
levanta la pelvis de la cama para que pueda bajarle los pantalones y los boxers a la
vez, uau… liberarlo. Tira la ropa al suelo de una patada.
Cielo santo, todo eso para jugar yo solita. De pronto, es como si fuera Navidad.
—¿Qué vas a hacer ahora? —me dice, todo rastro de diversión ya desaparecido.
Alargo la mano y lo acaricio, observando su expresión mientras lo hago. Su boca
forma una O, e inspira hondo. Su piel es tan tersa y suave… y recia… mmm, qué
deliciosa combinación. Me inclino hacia delante, el pelo me cae por la cara; y me lo
meto en la boca. Chupo, con fuerza. Cierra los ojos, sus caderas se agitan debajo de
mí.
—Dios, Ana, tranquila —gruñe.
Me siento poderosa; qué sensación tan estimulante, la de provocarlo y probarlo
con la boca y la lengua. Se tensa mientras chupo arriba y abajo, empujándolo hasta
el fondo de la garganta, con los labios apretados… una y otra vez.
—Para, Ana, para. No quiero correrme.
Me incorporo, mirándolo extrañada y jadeando como él, pero confundida. ¿No
mandaba yo? La diosa que llevo dentro se siente como si le hubieran quitado el
helado de las manos.
—Tu inocencia y tu entusiasmo me desarman —jadea—. Tú, encima… eso es lo
que tenemos que hacer.
Ah…
—Toma, pónmelo.
Me pasa un condón.
Maldita sea. ¿Cómo? Rasgo el paquete y me encuentro con la goma pegajosa
entre las manos.
—Pellizca la punta y ve estirándolo. No conviene que quede aire en el extremo
de ese mamón —resopla.
Así que, muy despacio, concentradísima, hago lo que me dice.
—Dios mío, me estás matando, Anastasia —gruñe.
Admiro mi obra y a él. Ciertamente es un espécimen masculino fabuloso.
Mirarlo me excita muchísimo.
—Venga. Quiero hundirme en ti —susurra.
Me lo quedo mirando, atemorizada, y él se incorpora de pronto, de modo que
estamos nariz con nariz.