Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 20
Echo un vistazo al indicador de velocidad. Conduzco con más precaución de la
habitual, y sé que es porque tengo en mente esos penetrantes ojos grises que me
miran y una voz seria que me dice que conduzca con cuidado. Muevo la cabeza y
me doy cuenta de que Grey parece tener el doble de edad de la que tiene.
Olvídalo, Ana, me regaño a mí misma. Llego a la conclusión de que, en el fondo,
ha sido una experiencia muy interesante, pero que no debería darle más vueltas.
Déjalo correr. No tengo que volver a verlo. La idea me reconforta. Enciendo la
radio, subo el volumen, me reclino hacia atrás y escucho el ritmo del rock indie
mientras piso el acelerador. Al surcar la interestatal 5 me doy cuenta de que puedo
conducir todo lo deprisa que quiera.
Vivimos en una pequeña comunidad de casas pareadas cerca del campus de la
Universidad Estatal de Washington, en Vancouver. Tengo suerte. Los padres de
Kate le compraron la casa, así que pago una miseria de alquiler. Llevamos cuatro
años viviendo aquí. Aparco el coche sabiendo que Kate va a querer que se lo
cuente todo con pelos y señales, y es obstinada. Bueno, al menos tiene la
grabadora. Espero no tener que añadir mucho más a lo dicho en la entrevista.
—¡Ana! Ya estás aquí.
Kate está sentada en el salón, rodeada de libros. Es evidente que ha estado
estudiando para los exámenes finales, aunque todavía lleva puesto el pijama rosa
de franela de conejitos, el que reserva para cuando ha roto con un novio, para todo
tipo de enfermedades y para cuando está deprimida en general. Se levanta de un
salto y corre a abrazarme.
—Empezaba a preocuparme. Pensaba que volverías antes.
—Pues yo creo que es pronto teniendo en cuenta que la entrevista se ha
alargado…
Le doy la grabadora.
—Ana, muchísimas gracias. Te debo una, lo sé. ¿Cómo ha ido? ¿Cómo es?
Oh, no, ya estamos con la santa inquisidora Katherine Kavanagh.
Me cuesta contestarle. ¿Qué puedo decir?
—Me alegro de que haya acabado y de no tener que volver a verlo. Ha estado
bastante intimidante, la verdad. —Me encojo de hombros—. Es muy centrado,
incluso intenso… y joven. Muy joven.
Kate me mira con expresión cándida. Frunzo el ceño.
—No te hagas la inocente. ¿Por qué no me pasaste una biografía? Me ha hecho