Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 139

—Si mueves las manos, tendremos que volver a empezar —me regaña suavemente. Oh, le gusta hacerme rabiar. —Quiero tocarte —le digo jadeando sin poder controlarme. —Lo sé —murmura—. Pero deja las manos quietas. Oh… es muy frustrante. Sus manos descienden por mi cuerpo hasta mis pechos mientras sus labios se deslizan por mi cuello. Me lo acaricia con la punta de la nariz, y luego, con la boca, da inicio a una lenta travesía hacia el sur y sigue el rastro de sus manos por el esternón hasta mis pechos. Me besa y me mordisquea uno, luego el otro, y me chupa suavemente los pezones. Maldita sea. Mis caderas empiezan a balancearse y a moverse por su cuenta, siguiendo el ritmo de su boca, y yo intento desesperadamente recordar que tengo que mantener las manos por encima de la cabeza. —No te muevas —me advierte. Siento su cálida respiración sobre mi piel. Llega a mi ombligo, introduce la lengua y me roza la barriga con los dientes. Mi cuerpo se arquea. —Mmm. Qué dulce es usted, señorita Steele. Desliza la nariz desde mi ombligo hasta mi vello púbico mordiéndome suavemente y provocándome con la lengua. De pronto se arrodilla a mis pies, me agarra de los tobillos y me separa las piernas. Madre mía. Me coge del pie izquierdo, me dobla la rodilla y se lleva el pie a la boca. Sin dejar de observar mis reacciones, besa todos mis dedos y luego me muerde suavemente las yemas. Cuando llega al meñique, lo muerde con más fuerza. Siento una convulsión y gimo suavemente. Desliza la lengua por el empeine… y ya no puedo seguir mirándolo. Es demasiado erótico. Voy a explotar. Aprieto los ojos e intento absorber y soportar todas las sensaciones que me provoca. Me besa el tobillo y sigue su recorrido por la pantorrilla hasta la rodilla, donde se detiene. Entonces empieza con el pie derecho, y repite todo el seductor y asombroso proceso. Me muerde el meñique, y el mordisco se proyecta en lo más profundo de mi vientre. —Por favor —gimo. —Lo mejor para usted, señorita Steele —me dice. Esta vez no se detiene en la rodilla. Sigue por la parte interior del muslo y a la vez me separa más las piernas. Sé lo que va a hacer, y parte de mí quiere apartarlo,