Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 122

Echo el edredón a un lado y me dirijo sin hacer ruido al pasillo que lleva al gran salón. Christian está sentado al piano, totalmente absorto en la melodía que está tocando. Su expresión es triste y desamparada, como la música. Toca maravillosamente bien. Me apoyo en la pared y lo escucho embelesada. Es un músico extraordinario. Está desnudo, con el cuerpo bañado en la cálida luz de una lámpara solitaria junto al piano. Como el resto del salón está oscuro, parece aislado en su pequeño foco de luz, intocable… solo en una burbuja. Avanzo en silencio hacia él, atraída por la sublime y melancólica música. Estoy fascinada. Observo sus largos y hábiles dedos recorriendo y presionando suavemente las teclas, y pienso que esos mismos dedos han recorrido y acariciado con destreza mi cuerpo. Me ruborizo al pensarlo, sofoco un grito y aprieto los muslos. Christian levanta sus insondables ojos grises con expresión indescifrable. —Perdona —susurro—. No quería molestarte. Frunce ligeramente el ceño. —Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —murmura. Deja de tocar y apoya las manos en las piernas. De pronto me doy cuenta de que lleva puestos unos pantalones de pijama. Se pasa los dedos por el pelo y se levanta. Los pantalones le caen de esa manera tan sexy… Madre mía. Se me seca la boca cuando rodea tranquilamente el piano y se acerca a mí. Es ancho de hombros y estrecho de caderas, y al andar se le tensan los abdominales. Es impresionante… —Deberías estar en la cama —me riñe. —Un tema muy hermoso. ¿Bach? —La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello. —Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica. Esboza una media sonrisa. —A la cama —me ordena—. Por la mañana estarás agotada. —Me he despertado y no estabas. —Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —murmura. No logro discernir cuál es su estado de ánimo. Parece algo decaído, pero es difícil asegurarlo en la oscuridad. Quizá se deba al tono del tema que estaba tocando. Me rodea con un brazo y me lleva cariñosamente a la habitación. —¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.