Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 113
—Me gustan las morenas —murmura.
Mete las dos manos entre mis cabellos y me sujeta la cabeza. Su beso es exigente,
su lengua y sus labios, persuasivos. Gimo y mi lengua indecisa se encuentra con la
suya. Me rodea con sus brazos, me acerca su cuerpo y me aprieta muy fuerte. Una
mano sigue en mi pelo, y la otra me recorre la columna hasta la cintura y sigue
avanzando, sigue la curva de mi trasero y me empuja suavemente contra sus
caderas. Siento su erección, que empuja lánguidamente contra mi cuerpo.
Vuelvo a gemir sin apartar los labios de su boca. Apenas puedo resistir las
desenfrenadas sensaciones —¿o son hormonas?— que me devastan el cuerpo. Lo
deseo con locura. Lo cojo por los brazos y siento sus bíceps. Es sorprendentemente
fuerte… musculoso. Con gesto indeciso, subo las manos hasta su cara y su pelo
alborotado, que es muy suave. Tiro suavemente de él, y Christian gime. Me
conduce despacio hacia la cama, hasta que la siento detrás de las rodillas. Creo que
va a empujarme, pero no lo hace. Me suelta y de pronto se arrodilla. Me sujeta las
caderas con las dos manos y desliza la lengua por mi ombligo, avanza hasta la
cadera mordisqueándome y después me recorre la barriga en dirección a la otra
cadera.
—Ah —gimo.
No esperaba verlo de rodillas frente a mí y sentir su lengua recorriendo mi
cuerpo. Es excitante. Apoyo las manos en su pelo y tiro suavemente intentando
calmar mi acelerada respiración. Levanta la cara y sus ardientes ojos grises me
miran a través de las pestañas, increíblemente largas. Sube las manos, me
desabrocha el botón de los vaqueros y me baja lentamente la cremallera. Sin
apartar sus ojos de los míos, introduce muy despacio las manos en mi pantalón, las
pega a mi cuerpo, las desliza hasta el trasero y avanza hasta los muslos arrastrando
con ellas los vaqueros. No puedo dejar de mirarlo. Se detiene y, sin apartar los ojos
de mí ni un segundo, se lame los labios. Se inclina hacia delante y pasa la nariz por
el vértice en el que se unen mis muslos. Lo siento junto a mi sexo.
—Hueles muy bien —murmura.
Cierra los ojos, con expresión de puro placer, y siento como una sacudida.
Extiende un brazo, tira del edredón, me empuja suavemente y caigo sobre la cama.
Todavía de rodillas, me coge un pie, me desabrocha la Converse y me la quita,
junto con el calcetín. Me apoyo en los codos y me incorporo para ver lo que hace.
Jadeo, muerta de deseo. Me agarra el pie por el talón y me recorre el empeine con
la uña del pulgar. Es casi doloroso, pero siento que el recorrido se proyecta sobre
mi ingle. Gimo. Sin apartar los ojos de mí, vuelve a recorrerme el empeine, esta vez
con la lengua, y después con los dientes. Mierda. ¿Cómo puedo sentirlo entre las