Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 101
Sus ojos grises se vuelven abrasadores, intensos.
—¿Qué significa eso? —le pregunto en un susurro.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
Lo miro frunciendo el ceño, intentando asimilar la idea.
—¿Por qué iba a hacer algo así?
—Por complacerme —murmura ladeando la cabeza.
Veo que esboza una sonrisa.
¡Complacerle! ¡Quiere que lo complazca! Creo que me quedo boquiabierta.
Complacer a Christian Grey. Y en ese momento me doy cuenta de que sí, de que es
exactamente lo que quiero hacer. Quiero que disfrute conmigo. Es una revelación.
—Digamos, en términos muy simples, que quiero que quieras complacerme
—me dice en voz baja, hipnótica.
—¿Cómo tengo que hacerlo?
Siento la boca seca. Ojalá tuviera más vino. De acuerdo, entiendo lo de
complacerle, pero el gabinete de tortura isabelino me ha dejado desconcertada.
¿Quiero saber la respuesta?
—Tengo normas, y quiero que las acates. Son normas que a ti te benefician y a
mí me proporcionan placer. Si cumples esas normas para complacerme, te
recompensaré. Si no, te castigaré para que aprendas —susurra.
Mientras me habla, miro el estante de las varas.
—¿Y en qué momento entra en juego todo esto? —le pregunto señalando con la
mano alrededor del cuarto.
—Es parte del paquete de incentivos. Tanto de la recompensa como del castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.
—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me permitas ejercer mi
voluntad sobre ti. Obtendré un gran placer, incluso una gran alegría, si te sometes.
Cuanto más te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación es muy sencilla.
—De acuerdo, ¿y qué saco yo de todo esto?
Se encoge de hombros y parece hacer un gesto de disculpa.
—A mí —se limita a contestarme.
Dios mío… Christian me observa pasándose la mano por el pelo.
—Anastasia, no hay manera de saber lo que piensas —murmura nervioso—.