Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 10
Creo ver el esbozo de una sonrisa en su expresión, pero no estoy segura.
—¿Quiere sentarse? —me pregunta señalándome un sofá blanco de piel en
forma de L.
Su despacho es exageradamente grande para una sola persona. Delante de los
ventanales panorámicos hay una mesa de madera oscura en la que podrían comer
cómodamente seis personas. Hace juego con la mesita junto al sofá. Todo lo demás
es blanco —el techo, el suelo y las paredes—, excepto la pared de la puerta, en la
que treinta y seis cuadros pequeños forman una especie de mosaico cuadrado. Son
preciosos, una serie de objetos prosaicos e insignificantes, pintados con tanto
detalle que parecen fotografías. Pero, colgados juntos en la pared, resultan
impresionantes.
—Un artista de aquí. Trouton —me dice el señor Grey cuando se da cuenta de lo
que estoy observando.
—Son muy bonitos. Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario
—murmuro distraída, tanto por él como por los cuadros.
Ladea la cabeza y me mira con mucha atención.
—No podría estar más de acuerdo, señorita Steele —me contesta en voz baja.
Y por alguna inexplicable razón me ruborizo.
Aparte de los cuadros, el resto del despacho es frío, limpio y aséptico. Me
pregunto si refleja la personalidad del Adonis que está sentado con elegancia
frente a mí en una silla blanca de piel. Bajo la cabeza, alterada por la dirección que
están tomando mis pensamientos, y saco del bolso las preguntas de Kate. Luego
preparo la grabadora con tanta torpeza que se me cae dos veces en la mesita. El
señor Grey no abre la boca. Aguarda pacientemente —eso espero—, y yo me siento
cada vez más avergonzada y me pongo más roja. Cuando reúno el valor para
mirarlo, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor
de la barbilla y con el largo dedo índice cruzándole los labios. Creo que intenta
ahogar una sonrisa.
—Pe… Perdón —balbuceo—. No suelo utilizarla.
—Tómese todo el tiempo que necesite, señorita Steele —me contesta.
—¿Le importa que grabe sus respuestas?
—¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la
grabadora?
Me ruborizo. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, no sé qué decir, y creo
que se apiada de mí, porque acepta.