LIMASHUN Nº 46 46-LIMASHUN | Page 3

CUENTO Andrea A. Bedregal Zegarra En cada aliento, en cada sonido sutil o penetrante, en cada gota idílica de lluvia, en cada grano de tierra, en cada respiro de flor, en todo lo bueno y en todo lo malo, estás tú… M acera en el tiempo una vieja historia, tan verídica como soñadora, tan real como idealista, tan imperfecta como la vida misma y tan sutil como el tiempo que la so- porta. ― Se han terminado las épocas gloriosas y aunque fue paulatina la caída aun somos tes- tigos del gran golpe, ¡es necesario cerrar un ci- clo! Los años no pasan por nosotros, no perece- mos, no cambiamos, solo continuamos. Los hombres, han destruido nuestra paciencia ¡pero no podemos dejar de ser lo que somos! tratemos de dar belleza a la materia y continuemos abra- zando al tiempo como a un gran hermano. En el preciso instante en que Dimaneus, un elfo de luz, terminaba su discurso; un elemental de agua lanzó un llanto estremecedor, todos voltearon rápidamente su atención a la insólita escena y Di- maneus se abrió paso entre la multitud para llegar a un riachuelo de aguas muy turbias. Cogió al ele- mental entre sus brazos, su piel perdía color, sus escamas caían al soplo del viento, sus ojos se tornaban cada vez más… ¡humanos! Dimaneus la soltó rápidamente, su corazón tenía miedo y se lo hacía saber a cada paso que retrocedía. La ninfa se arrastró hasta la orilla y alzó la mano en señal de auxilio, nadie quería acercarse… ― ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! ―dijo la ninfa con una voz seca y apagada pero que resonó fuerte- mente en todos los que la observaban― he mantenido el equilibrio ¡lo juro!, pero miren estas aguas y den fe a mi palabras, los animales mueren en mi regazo y no puedo consolar a tantos, ¡ayúdenme, por favor!― y su llanto fue como espinas que astillaban el desasosiego de todos, poco a poco la ninfa fue desapareciendo dejando solo tras su partida, escamas grisáceas que se perdían en la tierra. Aquel suceso generó un pánico insaciable, era la primera vez que nadie sabía qué hacer, los mur- mullos sonaban como moscas sobre la miel y Dimaneus absorto en sus pensamientos trató de hallar una respuesta a la duda agobiante de todos. ―¡Amigos guardemos la calma! ―dijo el elfo de luz, tratando engañosamente de transmitir una paz que el mismo no poseía― De todas las dudas, Refestus siempre tiene una respuesta, iremos hacia él, él sabrá que hacer. Y diciendo esto, dos graciosos gnomos cogieron las manos del elfo y lo condujeron hacia su maes- tro. El elfo a duras penas caminaba entre los subsuelos, las rocas parecían estrecharse aún más con cada paso y después de unas interminables horas de arrastrarse entre el barro, solo su cara pudo pasar a la casa del gran gnomo y sabio, Refestus. ―Refestus, gran sabio, he venido a ti con una duda que no puedo resolver. Página 3