Estuvimos varados en aquel lugar, esperando el reemplazo del auto que se malogró. Apro-
vechamos ese tiempo para conversar con ella. Conocí un poco de su vida personal, interesante
y jocosa a la vez. Yo no hablaba mucho, me entretenía escuchándola.
Cumplido los 45 minutos, apareció una camioneta que nos llevaría al lugar donde nos
dirigíamos.
En todo el viaje estuvimos conversando de la familia, de la vida personal, de los hechos
sobrenaturales que ella había visto y que causaban temor al imaginar. Llegando a las curvas de
la carretera, empecé a sentir nauseas acompañadas de dolores en la cintura y parte del estómago
a causa de estar apoyada en una parte del auto que se encontraba en medio del asiento del
conductor y el otro asiento. No fue tan bonito viajar a Huancavelica.
Llegamos a Pichos; lugar que se encuentra en el distrito de Huaribamba, provincia de Ta-
yacaja, región Huancavelica. Cogimos los equipajes y nos dirigimos a la Plaza principal. Sentía-
mos mucho frío, bueno sólo yo. Vimos a Rodrigo y su hermana trabajando en las paredes; el
trabajo consistía en realizar murales en distintas zonas del lugar por el festival del maíz que se
realizaría el sábado 21 de julio. Dejamos las cosas en el lugar donde nos quedaríamos hospeda-
dos, yo estaba algo espantada al ver ese lugar tenebroso y solitario, pero qué me quedaba, en
fin. Me puse un guardapolvo blanco, ella sacó su sombrero de cartón y nos dirigimos a apoyar
a los chicos. Yo empecé pintando parte del fondo de una pared que ya estaba con los dibujos
hechos por Rodrigo, al terminar, me encomendaron dibujar un gorrión en la parte superior de
la pared, tenía una imagen impresa, que me serviría de guía; para ser sincera, tenía miedo de
dibujar, no sabía por dónde empezar, quería que alguien lo dibujase y yo lo pintaría, pero no,
no fue así. Me dieron la oportunidad de realizar ese trabajo y demostrar las habilidades que
tengo con el dibujo y pintura. Esto permitiría conocer la base con el cual estoy iniciando a dibujar
y pintar murales.
Inicié haciendo círculos, el boceto me salió algo deforme, no podía concentrarme y sen-
tirme cómoda dibujando. Al inicio en mi mente decía “creo que lo mío no son los murales”,
demasiado pronto para decirlo, pero eso sentía en ese momento. Después reemplacé esa idea
y dije: “a partir de ahora detesto dibujar gorriones, no quiero saber nada de ellos”. Entonces fue
cuando me dijeron que si me sale mal lo corrijo y sólo así lograré aquello que quiero dibujar y
pintar. Yo, con algo de pesimismo, pensaba que era fácil decirlo, para mí no lo era porque
estaba acostumbrada a que mis dibujos sean bonitos, con efectos en los colores, entre otras
cosas, pero sentía que el gorrión saldría horrible, quería renegar y fue cuando me dije a mi
misma “tienes que dibujar y pintar ese gorrión, no es tan difícil ni distinto a lo que realizas en la
hoja de papel”. Aquellas palabras externas e internas fueron mi incentivo para dibujar un gorrión
o “Pichiusa” como los conocían en aquel lugar.
Los chicos veían lo que dibujaba y me decían que estaba bien, me indicaron que empiece
con la cabeza, que es lo más difícil y a partir de ello genere su cuerpo, fue así como empecé
dando vida a aquella parte del cuerpo del ave. Preparé el color verde gorrión para pintar aquel
animalito, no tuve problemas en mezclar.
Poco a poco me daba cuenta que estaba mejorando, al inicio no me gustaba, pero luego
sentía que no lo hacía tan mal. Mi primer dibujo en la pared fue aceptado por los expertos del
grupo en murales, faltaban algunos arreglos, sin embargo, estaban convencidos que lo hice bien,
así que me dijeron para dibujar otro gorrión en la siguiente pared...
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