TAKANAKUY
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Ha llegado el tiempo de la cosecha. Los
campos han florecido y por ahí algún chiwaku
anda picoteando los sembríos.
La gente en el valle ha despertado y sus
almas andan laboriosas desde las 4 de la ma-
drugada, algunos desde más temprano. Desde
hace ya días el corazón de Julian palpita ansioso,
ha de medirse puño a puño con Flavio, dizque
el mejor peleador de Pampa Bolívar. Ja, ese me
va a ganar a mí, piensa inquieto, y cuenta los
minutos para derrotar a su adversario.
Atavió su cuerpo con un camisón de ba-
yeta que él mismo hizo, se puso su jerga panta-
lón y calzó sus ojotas. Amarró su waćhaku a la
cintura y recogiendo un puñado de coca salió
de casa enrumbándose a la chacra de mamá
Antonia.
La familia ya está ahí, los primos, los tíos,
los amigos, los vecinos, todo el barrio. Llegó
también don Rogelio con el bombo, junto a su
sobrino Eulalio, quien aprendió a tocar el saxo
en Huancayo.
Ya chaccharon la coca y el bombo empie-
za a sonar, “pum-pum, pum-pum”, el saxo tam-
bién suena al ritmo de Huaylarsh y los hombres y
mujeres comienzan la faena. Va a parir la tierra,
la chacra esta abarrotada de suculento akshu,
rica papa que ha lucido durante este tiempo una
preciosa mata con lindas flores moraditas. Las
picotas empiezan a escarbar y la papa empieza
a nacer. Cantan las wamlas mientras laboriosas
trabajan de igual a igual, hombro con hombro,
junto a los varones. La Pachamama está dando
a luz, sus parteros son los habitantes de este
valle. ¡Esto es religión! Esto es comunión entre
el hombre y la tierra ¡Fiesta!
Los costalillos ya están llenos, el alumbra-
miento terminó.
El ampulo empieza a volar de un lugar
a otro, los jóvenes gozan, juegan, corretean,
se enamoran, se aman. Los hombres guapean
de buena gana y recogen el producto de la co-
secha. Todos bailan y se alistan para ir al en-
cuentro con el otro barrio de Sapallanga, en el
puente Kiswarchaca.
Julián está contento, siempre ha querido
batirse a puño limpio en el Takanakuy. Y ya van
llegando al río Chaclas… bailando, bailando.
¡Qué rico zapateo! De lejos llega un po-
deroso guapido, y se siente el tumulto del otro
barrio. Julián se adelanta y bailando endemo-
niadamente hace emerger desde el fondo mis-
mo de su sombrío ser un guapido hermoso y
violento en respuesta al primero. El guapeador
contrario enmudece y ambos barrios por fin se
encuentran. ¡Chajajay!
Esa tarde fue gloriosa, entre zapateos
y cantos, entre guapidos y burlas, Miluchaca
y Pampa Bolívar rindieron su mejor danza a la
Pachamama. Finalmente Flavio y Julián se rom-
pieron algunos huesos, corrió la sangre por el
río y luego con otro guapido de victoria terminó
en pie con el tabique torcido el valiente Julián,
walash aguerrido, hombre hombre pues. Antaño
el Huaylarsh era así, auguraba para el vencedor
buena cosecha y producción. Así era mi abuelo,
fabuloso y profundo, de la misma tierra de los
wankas.
Fuente: Cipriana Vila Rojas