LICEO ANTIOQUEÑO DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA LICEO UDEA | Page 49

De Liceo a Ciudadela Universitaria. Historia de la sede de Robledo de la Universidad de Antioquia
Estos árboles, señores, son nuestro hermanos, condensación de tiempo en instantes, albúminas en portentosos edificios, obras del mismo Artífice.
Son árboles que dan flores, y por tanto príncipes, en que se miran con orgullo las algas humildes, los modestos musgos, los tímidos helechos, los pinos envidiosos y hasta los hongos ahilados y las minúsculas bacterias. En el arcano de sus simientas, a veces impalpables, guardan los anales de su estirpe desde que sólo era células separadas e invisibles.
Nosotros, en cambio, somos animales con espíritu, broche final de la Creación, a quienes sirven las sanas yerbas, los pobres invertebrados, los ágiles peces, los húmedos anfibios, las aves altaneras, los curiosos mamíferos y las rocas inertes. Y en nuestro espíritu átomo de eternidad, llevamos impresa la imagen del Omnipotente y apremiante el afán de volvernos a Él.
Esos árboles, señores, y su séquito de verdes paraninfos, por insignificantes que parezcan, en el mágico laboratorio de sus hojas, son los que convierten la luz solar en pasto de los animales hambrientos, son los que producen el oxígeno que mantiene el calor de la existencia. Con sus raíces, fijan los terrenos y sacan, hora tras hora, la lluvia que nos libra del desierto y de la muerte; con sus troncos dan la madera primordial de la industria, que jamás podrán reemplazar el hierro ni el oro; con su amable figura enaltecen la belleza del paisaje; y aún con sus cadáveres atesoran la energía en millonarios cúmulos de hulla y abonan el advenimiento de sus hijos en el humus fertilizante y negro.
Al mismo tiempo nosotros, con nuestros antepasados salvajes, con nuestros antepasados bárbaros, con nuestros antepasados cultos, montados, por decirlo así, sobre los vegetales y las bestias, montados ya sobre la biosfera que barniza el globito terrestre, enano de las estrellas innumerables … nosotros constituimos el mundo único hasta ahora de la noosfera, o del pensamiento. Por el pensamiento revivimos lo pasado y lo futuro; por el pensamiento, transformamos la tierra y la unimos con la luna y tal vez con lejanos planetas; por el pensamiento, otra luz nos sostiene, otro fuego os reanima, otra lluvia nos refresca y otro horizonte contemplamos; por el pensamiento, nuestros hijos engendramos y a especie más excelsa pertenecemos.
Hay árboles, como los gigantes de California, que con más de cinco mil años cuentan la edad de la civilización, y hay hombres como Confucio, el padre de la más anciana de las civilizaciones; hay árboles como el de Guernica debajo el cual se congregaba la Raza de la Libertad, y hay hombres como Bolívar, retoño de esta Raza, que mereció, él sólo, el título insuperable de Libertador; hay árboles, como el canelo de Mutis, que daba descanso a aquel sabio, y hay hombres como Alejandro de Humboldt, que vino a América por Mutis, y que mereció el dictado envidiable de Descubridor intelectual de América; hay árboles, como la ceiba del Junín, que creció con nuestra hermosa ciudad, y hay hombres como Epifanio Mejía, ilustre cantor de esa ceiba y autor del Canto del Antioqueño, que es nuestro himno a la Libertad.
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