libros | Page 75
Diciendo esto tocaba el vestido de la Nela.
-¿Por qué esta bendita Nela no tiene un traje mejor? -añadió la señorita de Penáguilas-. Yo
tengo varios y le voy a dar uno, y además otro, que será nuevo.
Avergonzada y confusa, Marianela no alzaba los ojos.
-Es cosa que no comprendo... ¡que algunos tengan tanto y otros tan poco!... Me enfado con
papá cuando le oigo decir palabrotas contra los que quieren que se reparta por igual todo lo que
hay en el mundo. ¿Cómo se llaman esos tipos, Pablo?
Marianela
-Esos serán los socialistas, los comunistas -replicó el joven sonriendo.
-Pues esa es mi gente. Soy partidaria de que haya reparto y de que los ricos den a los pobres
todo lo que tengan de sobra... ¿Por qué esta pobre huérfana ha de estar descalza y yo no?... Ni
aun se debe permitir que estén desamparados los malos, cuanto más los buenos... Yo sé que la
Nela es muy buena, me lo has dicho tú anoche, me lo ha dicho también tu padre... No tiene
familia, no tiene quien mire por ella. ¿Cómo se consiente que haya tanta y tanta desgracia? A mí
me quema el pan la boca cuando pienso que hay muchos que no lo prueban. ¡Pobre Mariquita,
tan buena y tan abandonada!... ¡Es posible que hasta ahora no la haya querido nadie, ni nadie le
haya dado un beso, ni nadie le haya hablado como se habla a las criaturas!... Se me parte el
corazón de pensarlo.
Marianela estaba atónita y petrificada de asombro, lo mismo que en el primer instante de la
aparición. Antes había visto a la Virgen Santísima, ahora la escuchaba.
-Mira tú, huerfanilla -añadió la Inmaculada- y tú, Pablo, óyeme bien: yo quiero socorrer a la
Nela, no como se socorre a los pobres que se encuentran en un camino, sino como se socorrería
a un hermano que nos halláramos de manos a boca... ¿No dices tú que ella ha sido tu mejor
compañera, tu lazarillo, tu guía en las tinieblas? ¿No dices que has visto con sus ojos y has
andado con sus pasos? Pues la Nela me pertenece; yo me entiendo con ella. Yo me encargo de
vestirla, de darle todo lo que una persona necesita para vivir decentemente, y le enseñaré mil
cosas para que sea útil en una casa. Mi padre dice que quizás, quizás me tenga que quedar a vivir
aquí para siempre. Si es así, la Nela vivirá conmigo; conmigo aprenderá a leer, a rezar, a coser, a
guisar; aprenderá tantas cosas, que será como yo misma. ¿Qué pensáis?, pues sí, y entonces no
será la Nela, sino una señorita. En esto no me contrariará mi padre. Además, anoche me ha
dicho: «Florentinilla, quizás, quizás dentro de poco, no mandaré yo en ti; obedecerás a otro
dueño...» Sea lo que Dios quiera, tomo a la Nela por mi amiga. ¿Me querrás mucho?... Como has
estado tan desamparada, como vives lo mismo que las flores de los campos, tal vez no sepas ni
siquiera agradecer; pero yo te lo he de enseñar... ¡te he de enseñar tantas cosas!...
74
© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com