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mismos despertó cuando los gritos de la Señana la arrancaron de entre sus cestas. Desde que abrió los ojos, la Nela hizo su oración de costumbre a la Virgen María; pero aquel día la oración fue una retahíla compuesta de la retahíla ordinaria de las oraciones y de algunas piezas de su propia invención, resultando un discurso que si se escri biera habría de ser curioso. Entre otras cosas, la Nela dijo: Anoche te me has aparecido en sueños, Señora, y me prometiste que hoy me consolarías. Estoy despierta y me parece que todavía te estoy mirando y que tengo delante tu cara, más linda que todas las cosas guapas y hermosas que hay en el mundo. Al decir esto, la Nela revolvía sus ojos con desvarío en derredor de sí... Observándose a sí misma de la manera vaga que podía hacerlo, pensó de este modo: -A mí me pasa algo. La Nela no respondió porque estaba su espíritu ocupado en platicar consigo mismo, diciéndose: -¿Qué es lo que yo tengo?... No puede ser maleficio, porque lo que tengo dentro de mí no es la figura feísima y negra del demonio malo, sino una cosa celestial, una cara, una sonrisa y un modo de mirar que, o yo estoy tonta, o son de la misma Virgen María en persona. Señora y madre mía, ¿será verdad que hoy vas a consolarme?... ¿Y cómo me vas a consolar? ¿Qué te he pedido anoche? Marianela -¿Qué tienes, Nela?, ¿qué te pasa, chiquilla? -le dijo la Señana, notando que la muchacha miraba con atónitos ojos a un punto fijo del espacio-. ¿Estás viendo visiones, marmota? -¡Eh!... chiquilla -gritó la Señana con voz desapacible, como el más destemplado sonido que puede oírse en el mundo-. Ven a lavarte esa cara de perro. La Nela corrió. Había sentido en su espíritu un sacudimiento como el que produce la repentina invasión de una gran esperanza. Mirose en la trémula superficie del agua, y al instante sintió que su corazón se oprimía. -Nada... -murmuró- tan feíta como siempre. La misma figura de niña con alma y años de mujer. Después de lavarse, sobrecogiéronla las mismas extrañas sensaciones que había experimentado antes, al modo de congojas placenteras. Marianela, a pesar de su escasa experiencia, tuvo tino para clasificar aquellas sensaciones en el orden de los presentimientos. -Pablo y yo -pensó- hemos hablado de lo que se siente cuando va a venir una cosa alegre o triste. Pablo me ha dicho también que poco antes de los temblores de tierra se siente una cosa particular, y las personas sienten una cosa particular... y los animales sienten también una cosa particular... ¿Irá a temblar la tierra? © RinconCastellano 1997 – 2011  www.rinconcastellano.com 67