libros | Page 45
-Y si Dios no quiere otorgarme ese don -añadió el ciego- tampoco te separarás de mí,
también serás mi mujer, a no ser que te repugne enlazarte con un ciego. No, no, chiquilla mía,
no quiero imponerte un yugo tan penoso. Encontrarás hombres de mérito que te amarán y que
podrán hacerte feliz. Tu extraordinaria bondad, tus nobles prendas, tu seductora belleza, que ha
de cautivar los corazones y encender el más puro amor en cuantos te traten, asegúrante un
porvenir risueño. Yo te juro que te querré mientras viva, ciego o con vista, y que estoy dispuesto
a jurarte delante de Dios un amor grande, insaciable, eterno. ¿No me dices nada?
-Sí; que te quiero mucho, muchísimo -dijo la Nela, acercando su rostro al de su amigo-. Pero
no te afanes por verme. Quizás no sea yo tan guapa como tú crees.
Marianela
Diciendo esto, la Nela había rebuscado en su faltriquera y sacado un pedazo de cristal
azogado, resto inútil y borroso de un fementido espejo que se rompiera en casa de la Señana la
semana anterior. Mirose en él; mas por causa de la pequeñez del vidrio, érale forzoso mirarse
por partes, sucesiva y gradualmente, primero un ojo, después la frente. Alejándolo, pudo
abarcar la mitad del conjunto. ¡Ay! ¡Cuán triste fue el resultado de sus investigaciones! Guardó el
espejillo, y gruesas lágrimas brotaron de sus ojos.
-Nela, sobre mi frente ha caído una gota. ¿Acaso llueve?
-Sí, niño mío, parece que llueve -dijo la Nela sollozando.
-No, es que lloras. Pues has de saber que me lo decía el corazón. Tú eres la misma bondad;
tu alma y la mía están unidas por un lazo misterioso y divino: no se pueden separar, ¿verdad?
Son dos partes de una misma cosa, ¿verdad?
-Verdad.
-Tus lágrimas me responden más claramente que cuanto pudieras decir. ¿No es verdad que
me querrás mucho lo mismo si me dan vista que si continúo privado de ella?
-Lo mismo, sí, lo mismo -dijo la Nela con vehemencia y turbación.
-¿Y me acompañarás?...
-Siempre, siempre.
-Oye tú -exclamó el ciego con amoroso arranque- si me dan a escoger entre no ver y
perderte, prefiero...
44
-Prefieres no ver... ¡Oh! ¡Madre de Dios divino, qué alegría tengo dentro de mí!
© RinconCastellano 1997 – 2011 www.rinconcastellano.com