libros | Page 42

un modo nuevo lo que ya me causa tanta admiración como amor... Pero se me figura que estás triste hoy. -Sí que lo estoy... y si he de decirte la verdad, no sé por qué... Estoy muy alegre y muy triste, las dos cosas a un tiempo. Hoy está tan feo el día... Valiera más que no hubiese día, y que fuera noche siempre. -No, no, déjalo como está. Noche y día, si Dios quiere que yo sepa al fin diferenciaros, ¡cuán feliz seré!... ¿Por qué nos detenemos? -Estamos en un lugar peligroso. Apartémonos a un lado para tomar la vereda. -¡Ah!, la Trascava. Este césped resbaladizo va bajando hasta perderse en la gruta. El que cae en ella no puede volver a salir. Apartémonos, Nela; no me gusta este sitio. La Nela, deteniéndose y deteniendo a su compañero por el brazo, observaba la boca de la sima que se abría en el terreno en forma parecida a la de un embudo. Finísimo césped cubría las vertientes de aquel pequeño cráter cóncavo y profundo. En lo más hondo, una gran peña oblonga se extendía sobre el césped entre malezas, hinojos, zarzas, juncos y cantidad inmensa de pintadas florecillas. Parecía una gran lengua. Junto a ella se adivinaba, más bien que se veía, un hueco, un tragadero, oculto por espesas yerbas, como las que tuvo que cortar D. Quijote cuando se descolgó dentro de la cueva de Montesinos. Marianela -Tonto, de aquí a la entrada de la cueva hay mucho que andar. ¡Y qué bonita está hoy! La Nela no se cansaba de mirar. -¿Por qué dices que está bonita esa horrenda Trascava? -le preguntó su amigo. -Porque hay en ella muchas flores. La semana pasada estaban todas secas; pero han vuelto a nacer, y está aquello que da gozo verlo. ¡Madre de Dios! Hay muchos pájaros posados allí y muchísimas mariposas que están cogiendo miel en las flores... Choto, Choto, ven aquí, no espantes a los pobres pajaritos. El perro, que había bajado, volvió gozoso llamado por la Nela, y la pacífica república de pajarillos volvió a tomar posesión de sus estados. -A mí me causa horror este sitio -dijo Pablo, tomando del brazo a la muchacha-. Y ahora ¿vamos hacia las minas? Sí, ya conozco este camino. Estoy en mi terreno. Por aquí vamos derechos al Barco... Choto, anda delante; no te enredes en mis piernas. Descendían por una vereda escalonada. Pronto llegaron a la concavidad formada por la explotación minera. Dejando la verde zona vegetal, habían entrado bruscamente en la zona © RinconCastellano 1997 – 2011  www.rinconcastellano.com 41