Libros Comunión de Gracia La Resurrección: Una Promesa Cumplida | Page 11
La Tumba vacía: Una gran promesa cumplida
Para llevar a cabo este plan, el Dios trino estableció que la humanidad mortal
y temporal fuera transformada en inmortal y eterna, y el Hijo eterno de Dios
sería el medio por el cual el Creador del universo se introduciría en la huma-
nidad para transformarla de tal forma que pudiéramos experimentar la rela-
ción misma que gozan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando el Hijo
eterno encarnó en el ser humano Jesús, comenzó la culminación y realiza-
ción plena del plan eterno de Dios: convertir a seres humanos carnales y
temporales en seres eternos que gozan de una vida por siempre en la misma
presencia del Dios trino.
Al transformar la mortalidad humana, también transformó la creación ente-
ra. Este universo, incluyendo La Tierra, fueron creados para esta humanidad
física y mortal y hasta el momento ha cumplido su propósito; sin embargo,
Dios dispuso que todos los seres humanos fuéramos incluidos en la relación
eterna de Padre, Hijo y Espíritu Santo y para ello, tiene decretada una nueva
creación: una tierra y un cosmos nuevo, porque el actual ya no será apto
para esta nueva humanidad santa y eterna. (Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro
3:13 y Apocalipsis 21:1)
Durante su vida terrenal, Jesús trabajó de tal manera en la transformación
humana que, al morir en la cruz acabó con todo lo que no tiene cabida en el
nuevo cosmos: la maldad, la perversidad, la ruindad, los deseos de destruc-
ción, alimentados por la envidia, los celos, la soberbia, la mezquindad, y
otras “hermosuras” del ser humano alejado de Dios por su propia voluntad y
decisión. Jesús sanó y santificó a quienes Él mismo llama “mis hermanos”,
porque Él es nuestro hermano mayor, quien nos ha abierto brecha en este
camino de regreso a casa, de donde salimos.
Veamos los aspectos vitales que el hecho de la resurrección de Jesús nos
enseña y nos declara: “El domingo por la mañana, temprano, mientras aún
estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la
piedra de la entrada. Corrió y se encontró con Simón Pedro y con el otro dis-
cípulo, a quien Jesús amaba. Les dijo: «¡Sacaron de la tumba el cuerpo del
Señor, y no sabemos dónde lo pusieron!». Pedro y el otro discípulo se dirigie-
ron a la tumba. Ambos iban corriendo, pero el otro discípulo corrió más apri-
sa que Pedro y llegó primero a la tumba. Se agachó a mirar adentro y vio los
lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró. Luego llegó Simón Pedro y entró
en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí, pero el lienzo que había
cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras
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