Libro Medicina Basada en Evidencias MBE Alberto Narvaez | Page 24
importante tema.
A la vista de la complejidad que entraña el acceso y revisión de la literatura
científica para tomar las decisiones clínicas, nos podemos preguntar , como TS.
Eliot: "¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento y dónde
está el conocimiento que hemos perdido con la información?". Parece obvio, pues,
que necesitamos desesperadamente mejores alternativas. En este sentido, la
Medicina Basada en la Evidencia (MBE) aspira a ser una de las más sólidas y
fundamentales.
El contexto sanitario, económico y social actual favorece el impulso de iniciativas
racionalizadoras. Entre otros, cabe mencionar los siguientes factores:
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El envejecimiento progresivo de la población,
cambios en los hábitos y conductas de la población (de riesgo),
aparición de nuevos patrones de morbilidad,
cambios en las expectativas de la población con una mayor demanda de
atención sanitaria (tanto en intensidad como en calidad),
desarrollo de nuevas tecnologías (fármacos, procedimientos diagnósticos,
etc.),
cambio en las actitudes clínicas de los médicos (hábitos de prescripción y
de indicación en la utilización de los recursos sanitarios),
aumento de los costes y del gasto sanitario,
recursos disponibles limitados.
Por tanto, a medida que se acrecienta la presión sobre los recursos sanitarios
limitados, los diversos actores sanitarios (médicos y otros profesionales sanitarios,
gestores, políticos) se ven forzados, de forma progresiva, a fundamentar más
sólidamente sus decisiones. Justificar las propias acciones en base a meras
opiniones personales o especulaciones deja de ser aceptable y se exige que éstas lo
sean en base a evidencias científicas externas contrastables. De ello dependerá el
reconocimiento y/o la acreditación profesional e institucional, la financiación, etc.
No pueden obviarse otros dos fenómenos igualmente relevantes, aunque
relacionados con otro aspecto: i) el fenómeno de la democratización del
conocimiento con un mayor acceso del paciente a la información y ii) la
subsiguiente crisis del modelo paternalista de relación médico-paciente con una
creciente autonomía de este último.
Hasta cierto punto, todo lo señalado hasta aquí cuestiona de raíz el clásico
concepto de la libertad clínica, por lo menos aquellas formas de pensar que
polarizan demasiado entre el paciente al cual se reclama anteponer a cualquier otro
planteamiento y la sociedad, la cual dictaría unas normas que afectan la propia
capacidad de decisión clínica. La obligación del médico de ofrecer lo mejor a sus
pacientes no puede separarse del imperativo ético de basar las decisiones en la
evidencia existente o de buscarla cuando no se dispone de ésta: la dialéctica de
ofrecer una asistencia personalizada a la vez que válida científicamente es
intrínseca a la práctica médica actual. Además, es preciso ser consciente de que el
médico ya no está sólo ante un paciente en concreto, porque de alguna manera toda
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