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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
o Santa fé en la primera mitad de la centuria XVIII i Y en
la segunda mitad de ella, el alto Perú o Charcas pasó a
formar parte del Virreynato del Río de la Plata. Las pos-
treras demarcaciones administrativas del régimen español
sirvieron de marco en la América del Sur para el estable-
cimiento de las nacionalidades independientes; y así el Perú
moderno se constituyó sobre la base del Virreinato Limeño,
reducido y desmembrado por la dinastía de Borbón. De
tales desmenbraciones, la del Reino de Quito, en el norte,
que compone el contemporáneo Ecuador, era natural y ló-
gica: obedece a efectivas causas geográficas e históricas,
que señalan y justifican distintos rumbos, no obstante la
comunidad linguística de los indios quiteños y peruanos.
Pero en lo que respecta al sur, la disgregación del Bajo
Perú y del Alto Perú (Bolivia) fue de todo punto arbitra-
ria y funesta; y ambos países, indispensables recíprocamen-
te uno a otro por necesidades territoriales y económicas,
habitados por las mismas sub-razas, cuyos indígenas ha-
blan los mismos idiomas, y cuya identidad de carácter e
intereses es innegable, han procurado dos veces restaurar su
unidad durante el último siglo; y las dos veces lo ha im-
pedido Chile con las armas.
Después de tantas disminuciones y de otras en la re-
gión de las selvas amazónicas, de la pérdida de Tarapacá,
-Departamento cedido a Chile, tras porfiada guerra, por el
tratado de Ancón en 1883-; Y de las provincias de Tacna
y Arica-, también ocupadas por Chile-, el Perú propia-
mente dicho es aun muy extenso, abarca los más principa-
les centros incaicos y lo más típico del viejo Virreinato
español; y su población, de escasísima densidad, excede
ahora de cuatro millones y medio. Se divide físicamente
en tres zonas paralelas, que corren de norte a sur; Costa,
Sierra y Montaña.
La Costa (llamada por los conquistadores Los Lla-
1105), es una estrecha faja, de trescientas cincuenta leguas