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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
examinando numerosos ejemplares de dicho estilo que cla-
sifica ya dentro de 109 procedimientos de momificación de
los indios Mundurucúes, ya de los Jíbaros.
Un tejido perteneciente al mismo Dr. Tello y descu-
bierto por él en el valle de Pisco, representa a una divini-
dad de forma humana, con una cabeza colgante en la
mano derecha, y el cetro o varilla ceremonial en la izquier-
da; y parece reproducción del propio dios Huiracocha de
la portada de Tiahuanaco o de un sacerdote suyo.
Pero más frecuentemente que en esta reperesentación
antropomórfica, la divinidad aparece en objetos sacados de
los mencionados parajes de Nazca y Pisco, bajo la figura
totémica del jaguar, ceñido el cuello con las consabidas
cabezas humanas; 10 que es otro indicio de parentesco pró-
ximo con las figuras derivadas del arte del Tiahuanaco y
estudiadas por Uhle. Dicha representación del dios jaguar
identificado con Huiracocha, le sirve al Dr. Tello para
interpretar el célebre disco de oro que perteneció al Pre-
sidente Echenique, y que Markham y otros tantos ha su-
puesto un calendario incaico semejante al azteca. Las fi-
guras menores que 10 circundan son para el Dr. Teno no
signos astronómicos, sino pequeñas cabezas estilizadas.
Observemos de paso que el adorno simbólico de cabezas
de muertos se repite mucho también en el arte de la otra
gran civilización americana, en México y Centro américa
como es de ver en los vasos de Cholula, estudiados por E.
Seler; en los emblemas del dios infernal, Mictlantecuhtli;
y en los bajorelieves de Santa Lucía de Cozumalhuapa, des-
critos por el Dr. Habel, Bastian y Stoll, situados en la re-
gión nahua de los Pipeles de Guatemala. Igual ocurre con
las cabezas de jaguar.
Este uso de las cabezas colgantes, que tantas señales
dejó en el arte aborigen peruano, ¿provino de las tribus de
la Montaña, en que hoy subsisten o se difundió hasta ellas,
desde las regiones de la Costa donde como hemos visto,