Libro digital 1 TOMO-5 | Page 86

58 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO de la civilización de Tiahuanaco, y su conjetura acerca de la civilización de Nazca (Págs. 19 y 22). También se incli- na a mirar el imperio incaico como una mera confederación de tribus, hasta en su último período (Pág. 20), aplicando sin duda al Perú las extremas tesis derivadas de las ana- logías "Piel Rojas" que Morgan y Bandelier llevaron con tanta insistencia al estudio del Anáhuac y que aún para éste comienzan a tacharse de exageradas, con haber sido los aztecas en su organización política harto inferiores a los Incas e infinitamente menos centralizadores que ellos. Por eso nos permitimos en este punto una salvedad y un repa- ro. Reducir por completo las fuerzas adultas de una civi- lización a sus dudosos e informes orígenes y equiparar grupos sociales relativamente avanzados con sus colaterales que se estancaron o retrocedieron, es método peligroso, propenso a graves errores. Es una "idealización" al revés, por simplificación extrema. Lo significativo en las diver- sas culturas, no es el punto de partida, homogéneo en casi todas sino el estado final tan heterogéneo, que permite apreciar la especial aptitud de las razas y su desigual em- puje. De una misma barbarie prehistórica, neolítica, emer- gieron en el Mundo antiguo los civilizaciones egipcia, cal- dea, china y aria, mientras que las demás ramas humanas se retrasaban. De un mismo salvajismo originario se ele- varon en América las civilizaciones nahua, maya, chibcha o peruana, en tanto que los restantes pueblos no asertaron a desarrollar sus análogos gérmenes de sociabilidad. ¿ Qué dirían en Europa del historiador que pretendiera resolver todos los problemas de la civilización helénica por el es- tudio de los bárbaros Ilirios y Tracios, Frigios, Filisteos y Armenios, indudables hermanos de sus progenitores? Pues empeño semejante es en el americanista la asimilación de ios Mejicanos y de los Tahuantinsuyos a los Pielrojas y sal- vajes amazónicos.