EL IMPERIO INCAICO
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y los no menos calurosas apologías de los otros. Si el so-
cialismo despótico de los Incas produjo males que todavía
nos aquejan, produjo también ventajas, alguna de ellas pe-
rennes. Formó una población dulce, obedientísima, y si sus
cualidades se malearon y su dulzura se hizo debilidad
y su obediencia se trocó en abyección, no hay que
achacar a los Incas la culpa directa; propagó el bie-
nestar material hasta un punto verdaderamente increíble,
no comparable con el de Europa en ese tiempo, y, en
cuanto a generalidad y difusión ni en el presente; puso en
la Sociedad orden y paz perfectas; que creó por esfuerzo
propio, lejos del contacto de toda obra cultural que pudiera
servirle de modelo, una civilización relativamente muy
adelantada y que si se perdió, fue ¡cosa extraña en América!
por exceso y refinamiento de organización social; realizó
en el más alto grado el principio de solidaridad; y por úl-
timo, -y de éstos aprovechamos- estableció la nacionali-
dad peruana, unificando a las diversas tribus.
En la Historia hay dos factores: uno individual que
requiere a la libertad; otro social que solicita al orden.
Ambos son respectivamente como el fondo y la forma de
la civilización. Cuando ésta es perfecta- 10 que es rarí-
simo- se equilibran; pero casi siempre uno prevalece sobre
otro. En el Perú indígena dominó el orden ¡ y aun cuando
deploremos los daños que engendró y que hasta hoy sub-
sisten, no podemos dejar de reconocer que es propio de lo
humano que los bienes vayan mezclados con los defectos,
y que los Incas, dados su condición y sus medios, hicieron
bastante.