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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
La diferencia entre la II y la y y también la s sil-
bante se conservan en la Sierra, fortificadas por antece-
dentes indígenas. En la Costa, más españolizada, se per-
dieron, por seguir la dirección materna sevillana. Lo mis-
mo puede decirse del leísmo y del loísmo.
Muchas de nuestras peculiaridades son meros arcaís-
mos, retenidos en nuestro medio colonial desde el tiempo
de los conquistadores. Así trebejos por trastos, catay por
he ahí ¡ la segunda persona del singular con s: hablaste s ,
dijistes ¡ y otras muchas formas caídas en desuso en el
lenguaje culto: agora, arrempujar, naide, meS'mo, dende,
tecebir, escrebir, endenates, truje, vide 1 el régimen de en-
trar a, en vez de entrar en etc. Igualmente se advierten
cambios de letras como alberja en lugar de arbeja, ñato
en vez de chato, etc. No obstante estos cambios y mu-
chos criollismos, venidos del quechua en su mayoría, y
de algún empobrecimiento de léxico y abuso de diminu-
tivos, el castellano en el Perú se conserva bastante cas