E
NTRE las, muchas satisfacciones que me proporciona
día a día mi venida al Japón, es una de las mayores
hablar entre vosotros mi propia lengua castellana, sintién-
dome perfectamente entendido, y oir en mi mismo idioma
los amables discursos que me habéis dirigido y que me con-
mueven por su sinceridad.
En esta Escuela Superior, no necesito entrar en pre-
liminares filológicos, que vosotros conocéis, sobre el ca-
rácter aglutinante de todas las lenguas americanas indí-
genas, que se agrupan no menos que en ciento veinte fa-
milias. Ese carácter aglutinante es el mismo que distin-
gue a la gran mayoría de las lenguas mongólicas. Dcbo
advertir sólo que el pretendido monosilabismo del otomi
en Méjico es una ilusión muy errónea, hoy del todo con-
futada. A más de aglutinantes, los idiomas americanos
indígenas se caracterizan por incorporantes y polisintéti-
cos; pero estas dos características no son, como creían
Briton y su escuela de la pura originalidad americana,
peculiares ni exclusivas del nuevo continente, porque ta-
les condiciones se hallan más o menos claras en algunas