400 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
mi as de los Incas, ocurrió un incidente revelador de bárbara despreocupación e incultura, no sin ejemplos e imitaciones por desgracia en nuestro medio y fue que, según la asevera la Sra. viuda de Lazo, antigua profesora de partos, que aún hoy vive y que a la sazón estudiaba en ese local su oficio y según lo confirma en todo lo principal el Sr. Canónigo Barrantes, que también subsiste felizmente, descubrieron el capellán y las monjas, por indicación de alguna alumna, en el mismo patio interior contiguo a la capilla y al lavadero, en el que hemos excavado de nuevo recientemente, una bóveda pequeña que contenía momias, que por el pelo y las formas parecían de indios, cosa insólita en tal edificio, salvo si se tratara de los Incas inhumados en la mitad del siglo XVI. Sin reparar en tan racional sospecha, el Inspector de Beneficiencia de entonces ordenó su inmediato traslado al Cementerio General, sin la consulta particular e inexcusable a esta Sociedad y al Gobierno que ya poseía un Museo. Con esta prisa se ejecutó el definitivo sepelio en una fosa común o zanja. Sumergidos en el montón innumerable de muertos anónimos pueden haberse perdido así los cuerpos de los soberanos autóctonos del Perú. Apenas quedan algunas esperanzas de hallarlos en San Andrés.
Si nos llegan las noticias que hemos solicitado a España sobre la disposición primitiva del Hospital y lugar de los corrales en que se enterraron las momias traídas del Cuzco, pediremos a la Beneficiencia emprender nuevas excavaciones, ya mejor encaminadas con los datos que se logren. Entretanto, creemos de equidad que se reparen los desperfectos y perjuicios que nuestras suspendidas excavaciones de los últimos meses han irrogado a las beneméritas Madres de María Inmaculada, maestras del Servicio Doméstico y actuales ocupantes de lo que fue el histórico Hospital de San Andrés para Españoles.