Libro digital 1 TOMO-5 | Page 365

EL IMPERIO INCAICO 337 se dirigió al noreste de Quito, contra los cayambis y ota- val os. Delante de las fortalezas de Cochasqui el Inca es- tuvo a punto de sucumbir. Ante el impulso de los enemi- gos, la milicia especial de los Orejones retrocedió. En el tropel de la huida, el soberano cayó de sus andas de oro, y tuvo que combatir a pie, con la lanza de su padre Túpaj Yupanqui (Santa Cruz Pachacuti). La batalla re- ñida e indecisa y la actitud del monarca nos recuerdan a Ramsés II peleando en Codshu contra los hititas. Sal- vado el ejército a duras penas, mostró Huayna Cápaj en la retirada justo resentimiento contra el cuerpo de los O- rejones, que se habían desbandado. Ofendidos éstos a su vez por el desvío del monarca, pretendieron regresarse al Cuzco, llevándose la piedra sagrada de Huanacaurí. Temeroso de perder el núcleo hereditario de su ejército, el cuerpo especial incaico que contaba no menos de veinte mil combatientes, se vió obligado Huayna Cápaj a rogar- los y desenojarlos, repartiéndoles gruesos donativos de víveres, ropas finas y comidas, y sirviéndose hasta de la intercesión de antiguas concubinas de su padre y del re- cuerdo de la Coya Mama OjIlo. Remediada la disensión de los Orejones, se emprendió con ellos y con tropas de refresco la tercera campaña. El asedio de los cayambis fue también esta vez durísimo. En él pereció el hermano predilecto de Huayna Cápaj, el General Auqui Toma Inca. Para vengarlo, acudió el mismo Huayna Cápaj con re- fuerzo; y mediante algunos ardides de primitiva estrate- gia, alcanzó a tomar los fuertes y a empujar a los ven- cidos hasta una laguna que está legua y media al norte de la actual ciudad de Ibarra. Rodeados allí los cayambis, hizo degollar con espantosa crueldad más de veinte mil en las orillas. Por eso tomó el lugar el nombre de Yahuar- cocha (laguna de sangre). Vino después la ejecución del jefe rebelde, Píntuj (nombre quechua totémico, caña bra- va), que fue desollado. De su piel hicieron un tambor,