EL IMPERIO INCAICO
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una prueba de la semejanza de lenguas entre quiteños y
cuzqueños. Sea de ello lo que fuere, es lo cierto que las
conquistas por esa parte meridional andina del Ecuador
deben de remontar a Pachacútej, porque la Crónica de
Cieza atestigua haber sido residencia de este anciano mo-
narca cuzqueño el palacio de Tomebamba. Fueron tam-
bién construcciones peculiares de Pachacútej los palacios
de Yucay y otros en el valle de Urubamba, y los palacios
y depósitos y templo del Sol en Ayaviri del Collao, re-
cuerdos los últimos de una de sus victorias más precia-
das. La postrera expedición a Chinchaysuyu bajo el largo
reinado de Pachacútej, tuvo como la segunda un epílogo
sangriento: mandó a matar por desobediente a dos hijos
suyos, Ti1lca y Auqui Yupanqui, compañeros del Príncipe
Túpaj. El receloso despotismo, la poligamia, la vida de
serrallo, producían sin cesar tragedias demésticas. Con ta-
les dramas familiares debe relacionarse la sucesiva asocia-
ción al trono de los dos hijos preferidos, Amaru y Túpaj.
Un tiempo hubieron de ceñir ambos la borla en compa-
ñía de su padre, porque textos de antiguos cronistas, como
Sa1camayhua, nos muestran a los tres, en las solemnida-
des del Cuzco, asentados sobre iguales tronos o tianas,
y coronados con iguales diademas, como ciertos faraones
que llevo recordados y como la tetrarquía romana de Dio-
c1eciano. La corregencia de Amaru Yupanqui, es un verda-
dero aunque breve reinado, porque probablemente duró
no sólo en vida de Pachacútej, sino también en los años
posteriores a su muerte y quizá entonces sin colega de igual
jerarquía, sino con el hermano como regente subalterno.
Aquí está la clave de los dos Yupanquis sucesivos sobe-
ranos que Garcilaso reconoce y por los que tanto se le
ha impugnado. Hace mucho tiempo que he expuesto mi
teoría del caso, adoptada por varios modernos críticos, y
que Means atribuye a D. Carlos Wiesse y al arequipeño