EL IMPERIO INCAICO
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tas, así en las sociedades se admite que los tipos son di~
versos, y que suelen coexistir en grandes áreas la descen-
dencia matrilineal con la paterna, y la endogamia con la
exogamia. Buena prueba de ello es cabalmente el Perú
prehispano. Los primitivos escritores nos atestiguan, como
el Padre Las Casas, que los costeños o yungas, en especial
los tallanas y huancavílcas, heredaban por línea femenil
10 que es una prueba más, dicho sea de paso, de su pa-
rentesco con los chibchas. Los collas mostraban muchas
huellas y resabios de 10 mismo, y es muy explicable, co-
nocida la libertad sexual de que entre ellos gozaban las
solteras. La promiscuidad femenil necesariamente produce,
en todos los lugares y las épocas, por la incertedumbre de
la paternidad, la filiación materna. Pero es Cómara muy
terminante al reconocer la herencia agnaticia entre los in-
cas, y los otros autores confirman rotundamente el dato.
Ni es probable que fuera sólo entre los incas, como pa-
rece indicarlo el texto de Cómara. Tello ha descubierto en
Ancash genealogías puramente patrilineales. En Chavín, las
estatuas más adornadas son las masculinas. En la alfarería
de muy numerosas provincias, aparecen las mujeres aca-
tando y reverenciado a los varones. El tipo de cultura a
la que pertenecieron las mas de las naciones serranas, y
especialmente la incaica, trae consigo el régimen patriarcal,
con poligamia para los jefes y potentados. Los agriculto-
res y pastores superiores practican casi siempre la primo-
genitura por línea paterna, con la superposición de sus
clases y federaciones políticas, y dentro de su teocracia
absoluta, moderada apenas por el consejo de los ancianos
o mayores de las tribus, denominados entre los quechuas
púríj. En todas las grandes monarquías conquistadoras,
hasta en las negras de Dahomey y Achanti, se notan es-
tas correspondencias. Los cultos varoniles de Huiracocha
y del Sol, predominantes en el Perú incaico, disponen, por
natural influencia, para el sistema paternal en las familias.