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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
del protolima donde apareció la influencia serrana, cuya
difusión por consiguiente, en estos valles centrales de la
Costa, hay que declarar posterior, si queremos atenemos
él lo que la arqueología ha patentizado. Son tres arqueólo-
gos extranjeros: uno alemán, otro estadounidense y el otro
ecuatoriano, los que atestiguan contra las ofuscaciones ét-
nicas o regionales. En nada invalida esta esencial consta-
tación el hecho de descubrir la influencia Chavín en el
protochimú, que siempre se ha reputado por los más se-
guros arqueólogos como subsiguiente, ya que el mismo
Chavín tiene, según lo dijimos, reflejos de influencias ma-
rítimas; ni menos que haya en Chincha, en capas posterio-
res, alafrería de influjo serrano, porque la alegación es inofi-
ciosa. Lo que en Ancón y Pucusana advierte Tello de an-
dino, si está bien interpretado, no hace tampoco al caso,
pues en ambas estaciones, que significan superposiciones
seculares, hay restos de todas las épocas.
Entre la Costa y la Sierra, la leyes el ritmo alter-
nado de acciones y reacciones i pero en el caso concreto
de las primeras culturas, la iniciación parece haber corres-
pondido a las marítimas, en este eterno maridaje de la
región del mar y la de los Andes, porque así lo dicen
hasta hoy los más ciertos hallazgos arqueológicos. Di-
cha precedencia se corrobora con lo que sabemos de la
difusión de las culturas centroamericanas y de la gene-
ración por ellas de Chavín y Tiahuanaco según explíci-
tamente lo diré en la lección inmediata, al objetar la teo-
ría de Dieseldorff sobre la prodigiosa antigüedad y pre-
cedencia primordial del arte tiahuanaquense. Pero antes de
pasar a ese punto, explicaré, como deducción y resu-
men de esta primera lección, que la importancia natural
de Lima y de la Costa queda de relieve con el examen
del período arqueológico primitivo. La Costa, aunque me-
nor en extensión y población que el macizo andino, ha
tenido en nuestra historia, desde los primeros y más ne-