EL IMPERIO INCAICO
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Acoge el Dr. Urteaga mi restitución al Inca Huiraco-
cha del rechazo de la invasión chanca en el Cuzco; Y
conmigo reconoce la abdicación de Yáhuar, su derrotado
padre, contra e! trastrueque y aplazamiento a la genera-
ción posterior, que presentan los cantares aprovechados por
Cieza y Betanzos. Las circunstancias de esta guerra con-
tra los chancas, parientes de los coUas, encajan y convie-
nen con los títulos y renombres de ambos monarcas, ci-
tados ambos, y con la restauración y reflorescencia enton-
ces del tradicional y decaído culto de Huiracocha. Me
complace que igualmente adopte e! Dr. Urteaga mi parecer
sobre el breve reinado de Amaru Yupanqui, del cual hay
rastros en tantos cronistas.
En cuanto a la progenie materna de Atahualpa, des-
cartados los ilusorios chiris del P. Velasco, después de la
certera crítica de Jijón, quedan en pie, a favor de! naci-
miento de aquel Inca de madre forastera y quiteña, las
terminantes palabras de las 1nformaciones de Vaca de
Castro 5, las de la Destruíción de Molina, y las de Gó-
mara, Zárate y Pedro Pizarra, a más de Garcilaso. El hecho
es en sí muy verosímil, a lo menos. Huayna Cápac tuvo
concubinas alienígenas procedentes del Norte, y sin duda
quechuízadas desde más de una generación, pues en Sar-
miento y otros se lee que este emperador nació en Tome-
bamba, y que sus conquistas de Quito fueron mera recu-
peración y debelación de súbditos alzados. Véase cómo
el razonamiento de Cieza contra el origen extranjero de
Atahualpa, sustentado de manera esencial en lo reciente
de la adquisición de Quito, se rebate con el testimonio
de Sarmiento, por mucho que éste también crea concubina
incaica a la madre de Atahualpa.
El árbol genealógico de la página 175 y e! Apén-
dice A, que reproduce una disertación de Llano-Zapata,
5 Ob. cit. de la Colee. Urteaga, pág. 26.