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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
del Inca D. Alonso Túpac Atau, que debe ser decisivo,
y que atestiguó ser el dialecto cortesano el mismo propio
del distrito de Pacaritambo, de donde eran originarios los
1ncas 60. Y hay otro texto importantísimo, en la Relación
del Oidor D. Fernando de Santillán, por el que se expre-
sa que el idioma particular y naturat de Pacaritambo fue
el quechua 61. De donde en buena lógica se infiere que el
lenguaje privativo de los Incas, fue la variedad dialectal
quechua hablada en su región solariega de Pajarejtampu.
Muy lejos está de invalidar la conclusión, el debido exa-
men de los apelativos de los Ayar. Nadie, a no estar irre-
misiblemente ofuscado, negará que Ayar se ha de deducir
de la raíz quechua aya (muerte, difunto, antepasado) i y
que auca (guerrero), uchu (ají) y cachi (sal) son las
palabras más castizamente quechuas que pueden imagi-
nares 62.
En cuanto a la etimología aymara de :Manco (curaca
o capitán), exhibida en son de triunfo con inaudita alga-
zara, ha de observarse que, sin ser ella improbable, la afini-
dad fonética extrema entre el aymara y el quechua, por
la que infinidad de raíces, iguales en ambos idiomas, ad-
quieren significados diversos, nos obliga a buscar antes las
homofonías quechuas. Y hallamos dos correspondientes al
aymara mal1co. Puede en quechua indicar un pájaro, el
pollo de la paloma torcaz i y no sería de aplicación desa-
tinada a un nombre propio, pues eran totémicos o deriva-
dos de animales, y consta que Manco llevaba un pájaro
augural, que Sarmiento califica de inti. O puede significar
también una hierba, de las que solían los peruanos incai-
cos adoptar como apellidos ¡y es una especie de altamisa,
que hasta ha determinado la denominación de un pueblo
60 Cobo, Libro XII.
61 :Tres :Rel~ciones de Antigüedades Peruanas, publicadas por D. Marcos Ji-
mcnez de la Espada (Madrid, 1879).
62 No se olvide que se llamaban ayarmancas los indios incas, de lenguaje
quechua, que vivían inmediatos al Cuzco, por el lado meridional, cerca del
pueblo de las Salinas (Garcilaso, Primera Parte, Libro Primero, cap. XX).