Libro digital 1 TOMO-5 | Page 101

EL IMPERIO INCAICO 73 parece más seguro contra las aserciones de Ameghino, que el hombre no es originario de América; que el Nuevo Con- tinente merece su apelativo en todas las acepciones, y que la mayor porción de los pobladores debió de inmigrar por el lado noroeste. Más esa novedad del Continente Americano es muy relativa, por cierto; pues la ignorancia del hierro, de la rueda y del torno, y la imperfección o incipiencia de la pic- tografía o escritura ideográfica, hasta en sus más avanzadas culturas, prueba cumplidamente que al tiempo que los protomongoles, u hordas colaterales de ellos, invadieron América, todavía no alboreaban las primordiales civiliza- ciones del Asia. Aquella lejanísima inmigración, cuyos ras- tros étnicos se descubren ahora, -y que ya hubo de ha- liar en el suelo americano otras tribus establecidas ante- riormente y procedentes de distintas razas (como el caso de la llamada [agoa Santa), con las cuales se mezclaron los invasores, - debió de ocurrir en las primeras edades de la Pre-historia, cuando estaban los dos hemisferios unidos por tierras después sumergidas. De la América del Norte, los mongoloides hubieron de pasar a la del Sur por el gran istmo de entonces, de anchura mucho mayor que el actual de Panamá, quizá en el mismo período en que· penetraron a la América meridional los animales de la fauna exótica, como los antecesores del género auchenia (llama y vicuña) y el caballo salvaje fósil. De lo apuntado puede colegirse la prodigiosa antigüe- dad del hombre en América, poco menor que la del euro- peo. Después de la remotísima invasión mongólica, de época plenamente histórica, no hay huellas ciertas de ninguna otra comunicación con el Asia; y está rebatida en defini- tiva la tesis de Eichtal, Hipólito de Parevey y De Guignes, que identificaban a América con el Fu- Sang de los geógra- fos chinos. Los notables semejanzas que se observan entre los grandes imperios asiáticos y los dos o tres americanos