EL LIBRO DE ENOC
3 "Porque eres tú quien ha creado y quien gobierna todas las cosas, no hay obra que sea difícil para ti; la
sabiduría no se aleja de tu trono ni se va de tu presencia; Tú sabes, ves y oyes todas las cosas, nada está
oculto para ti, porque todo lo ves.
4 "Ahora los ángeles del cielo son reos de pecado y sobre la carne del hombre recae tu cólera hasta el gran
día del juicio.
5 "Ahora oh Dios, Señor y gran Rey, imploro y suplico que aceptes mi oración, que me dejes una
descendencia sobre la tierra, que no aniquiles toda carne humana, que no vacíes la tierra y que la
destrucción no sea eterna.
6 "Ahora pues, oh Señor, extermina de la tierra la carne que ha despertado tu cólera, pero la carne de
justicia y rectitud, establécela como una planta de semilla eterna y no ocultes tu rostro de la oración de tu
siervo, ¡Oh Señor!.
Capítulo 85
1 Después de eso vi otro sueño y todo ese sueño te lo voy a mostrar, hijo mío.
2 Enoc levantó la voz y habló a su hijo Matusalén: "A ti quiero hablarte, hijo mío, escucha mis palabras y
pon atención a la visión del sueño de tu padre.
3 Antes de tomar a tu madre Edna, vi una visión sobre mi cama y he ahí que un toro salía de la tierra y ese
toro era blanco. Tras el toro salió una novilla y con ella dos terneros, uno de los cuales era negro y el otro
rojo.
4 Entonces el ternero negro golpeó al rojo y le persiguió sobre la tierra y a partir de allí no pude ver ese
ternero rojo.
5 Luego el ternero negro creció y esa novilla se fue con él y vi salir de él numerosos bueyes que se le
semejaban y le seguían.
6 Y esa primera novilla se alejó del primer toro para buscar al ternero rojo, pero no lo encontró y profirió
por él un gran lamento y lo buscó.
7 Vi que vino el primer toro y la hizo callar y no volvió a gritar.
8 Ella parió en seguida otro toro blanco y después de éste, parió numerosos toros y vacas negros.
9 Vi en mi sueño crecer a este toro blanco hasta llegar a ser un gran toro blanco, del cual salieron
numerosos toros blancos semejantes a él.
10 Y ellos comenzaron a engendrar numerosos toros blancos que se les parecían y se seguían el uno al otro.
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